Mi tiempo y energía apenas me alcanzan, así que me viene muy bien haberme alejado de discusiones estériles en redes sociales y reservarme muchas de mis opiniones; así, además, no doy material a posturas que considero destructivas y que fácilmente pueden descontextualizar lo que escriba para apoyarse: ya sé que mis palabras no tienen gran repercusión, pero me importa hacerme cargo de lo que ocasionen a donde lleguen, en la medida de lo posible...
Bueno: pues así hemos pasado de la mitad de febrero sin que yo diga casi nada sobre la violencia que vivimos en este país, donde se siguen sumando casos de niñas y mujeres desaparecidas, torturadas y asesinadas. El Estado sigue siendo tan ineficaz como ha sido desde que nos hicimos famosos por las "muertas de Juárez"; ahora es peor porque se sabe más de lo que debería hacerse y no se hace o se hace tan mal que no es exageración considerarle un Estado criminal.
Al menos en este lado del mundo, todas somos damnificadas por una cultura machista que agarra nuevos bríos de las emanaciones de un tejido social descompuesto; urge que se comprenda que todas estamos en riesgo y, sin embargo, nuestro "nivel" de riesgo es diferente: es peor para aquellas que son consideradas de poco o ningún valor: las pobres, las indígenas, las obreras...
Vivimos entre inmundicia, como cuando ya no percibimos el olor a encerrado de una habitación en la que hemos estado toda la tarde, hasta que un día, el horror nos da otro golpe y, gracias a Dios, las que luchan gritan y rayan paredes. Hoy hay una comunidad enojada por el asesinato de una niña de siete años, que fue encontrada desnuda y torturada. Hace días, la noticia era el modo en que un tipo asesinó y trató el cuerpo de quien fuera su pareja, y el modo en que se expuso la imagen de su cuerpo, como si hubiera sido ropa vieja tirada. De cuando en cuando pasa algo así, especialmente cruel, especialmente indignante, y algunas nos ponemos tristes y nos enojamos, mientras otros tantos hacen bromas, exponen su conocimiento sobre formas de matar y deshacerse de las evidencias, culpan a la víctima y le quitan importancia a la tragedia. Da asco.
Tomemos posición. Hablemos. Nuestras acciones posibles en nuestros espacios cotidianos a favor del ejercicio de nuestros derechos, en contra de todo tipo de discriminación y violencia de género, pueden hacer red, nos fortalecen y nos protegen. Y demos gracias porque hay mujeres capaces de convertir su furia en protesta organizada.
Silvia Parque