Magazine

Hace más de dos años que dejé de fumar

Publicado el 26 abril 2012 por Dolega @blogdedolega
Por Dolega Martín 26 abril, 2012 Momentos especiales 7 comentarios

Cendra i fum

Hace poco se han cumplido dos años que dejé de fumar.

A diferencia del resto de la gente que conozco, yo no dejé al vicio sino que fue él quien me abandonó.

El viernes santo de hace dos años me desperté y pensé sin venir a cuento: “que putada, has dejado de fumar”. Inmediatamente me reí de mi misma y me dispuse a levantarme y tomar el primer café de la mañana con mi amado cigarrillo pero no fue así. Él no estaba, se había ido pero no me preocupaba demasiado. Ya se sabe que con los vicios es cuestión de tiempo; acaban volviendo siempre y uno puede vengarse reprochándoles su ingratitud ante la dedicación que le hemos profesado.

Metí en el bolso mi paquete de tabaco, mi mechero, segura de que en muy pocas horas estaría de vuelta rogando mi atención y pidiendo disculpas por su ausencia.

Esperé, esperé durante días y por pura vergüenza no le dije a nadie lo que me estaba pasando. Después de ser la fumadora más compulsiva que todo el mundo a mi alrededor había conocido y de tener que oír interminables sermones acerca de mi salud por parte de médicos, familiares y amigos, no era cuestión de levantar liebres que estaba segura durarían menos de un cuarto de luna.

En la oficina seguía haciendo mis rutas al cuarto de baño como si nada nuevo estuviera ocurriendo, pero allí estaba yo, con la ventana abierta mirando el campanario de la iglesia que se divisa a lo lejos y esperando un regreso que empezaba a convertirse en un imposible.

Ponía mis esperanzas en el café de después de la comida, en el de después de la cena, en mis idas matinales al baño, pero pasaba el tiempo y él no daba señales de vida.

En mi entorno se empezaron a dar cuenta, mis hijos, mi marido, mis amigos… y todos me miraban con incredulidad y me preguntaban el secreto. A continuación, aquel que había logrado zafarse del yugo maligno, me relataba los esfuerzos realizados y las batallas ganadas con gran orgullo por su parte. Por la mía no podía decir nada. Eso me pasa por ser anormal.

A los dos meses más ó menos me pillé la madre de todas las gripes y tuve que ir al médico. Mi médico es una de mis “Anas Madrinas”. Mi médico reza, reza mucho, reza por todos nosotros, por el mundo mundial y el extranjero.

Estoy convencida que entraré en el cielo por recomendación. Cuando me muera y llegue a la puerta, San Pedro como en los chistes, me dirá que no, que me he equivocado de sitio, que tire para abajo pero yo diré que soy amiga de “Ana la médico” y San Pedro me dirá: “anda pasa, que si no fuera por tus amistades…” así que cuando le conté lo que ocurría ella inmediatamente empezó a lanzar aleluyas y a decirme que era un milagro, si, si un milagro, no había otra posibilidad dado mi nivel de adicción al tabaco y el día tan señalado para el acontecimiento.

Por un momento me vi como una virgen exorcisada por una especie de Jesucristo Superstar, pero yo me sentía como una amante despechada y abandonada a su suerte. Lo que para mi médico era una bendición de Dios para mí era la maldición de alguien que no podría nunca contar sus batallas contra el vicio, cómo lo había rechazado y lo había relegado de su vida mientras él la acechaba y la tentaba de todas las maneras posibles. A mí sencillamente me había olvidado y tendría que resignarme a vivir sin él.

Engordé, engordé y engordé. Pasé de una talla 36 a una 44. Llegué a odiarlo profundamente por abandonarme de la manera más inhumana y dejar a mi autoestima en el limbo eterno.

Pero con los meses empecé a descubrir entre otras cosas, que tenía dos manos que podía usar simultáneamente; que no era manca.

Descubrí que el café me gustaba por encima de todas las cosas y que daba igual si lo saboreaba con él ó no.

Empecé a recordar olores que tenía olvidados y sabores que antes me costaba mucho encontrar.

Me reencontré con mi propio olor sin perfumes de por medio. Olía bien, muy bien.

En definitiva aprendí a vivir sin él; hasta tal punto ha sido así que este año me olvidé del aniversario de su abandono. ¿ Y porque les cuento todo esto? Porque ayer me fui de compras para un post sobre jardinería que les debo desde hace dos semanas. Hacía un buen día pero mucho viento.

Llegué al vivero y a la entrada estaba una chica fumando. Hubo una conjunción de planetas, ella echó el humo, el cigarrillo a su vez humeaba, el viento me dio de lleno en la cara, yo estaba respirando…¡ BOOM! Mis pulmones se llenaron de humo. Había ocurrido en muchísimas ocasiones pero la diferencia es que allí estaba él, seguro de sí mismo, encantador, con esa sonrisa seductora e irresistible que tanto tiempo había esperado. Su mirada me decía “Nena estoy aquí otra vez…¿volvemos?”

Cerré los ojos y sentí un sabor dulce, muy dulce. Reconocí el sabor de la venganza, que dicen que fría está mucho mejor y doy fe de que así es.

Oí que la chica decía amablemente:

-Huy lo siento, le ha ido todo el humo a la cara. ¿Le molesta?

Abrí los ojos y con una gran sonrisa y una infinita paz le dije:

-No hija, el vicio me abandonó hace más de dos años y ya lo olvidé.

No, si al final va a tener razón mi médico y ha sido un milagro.

Dolega

Blogalaxia Tags: dejar fumar,relato

También podría interesarte :

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Quizás te interesen los siguientes artículos :

Dossier Paperblog