Cuando era niña, el futuro de mi imaginación era nada más una nube de intensidad. Supongo que en la pubertad empecé a tener verdaderas aspiraciones, y me veía siendo una "gran" algo.
Creo que en la adolescencia me ocupé tan fielmente de estar siendo, que no me veía en el futuro; pero sí que daba por sentado esa "grandeza" que tenía vista: me iría muy bien, en esto y aquello.
El futuro me encontró haciendo realidad esa imaginación de cuando era niña, en un goce intenso y maravilloso. Cuando hubo que enfrentar las demandas de una realidad que se resiste al puro goce, fui valorando y queriendo cosas diferentes. Ya no quería ser una "gran" nada, y quería que me fuera bien en cosas que no había contemplado.
Hace poco pensaba en lo terrible que sería ser realmente "grande", como Abraham o como María. Pero no me hace falta detenerme a pensar, para tener siempre en cuenta, lo incómodo que puede ser vivir en un candelero, o peor aún, lo mortificante de tomar decisiones que atraviesan las vidas de otros, a veces literalmente. A mí, estar a cargo de dos tortugas me provee suficiente emoción, y ahora, la aventura de tener una hija -por la que doy gracias a Dios-, me parece del tamaño del mundo.
Fue bueno para mi camino, renunciar a las expectativas de otros sobre mí, y liberarme de la medida convencional del éxito; pero algo falta, y no soporto hacerme tonta; soy floja, egocéntrica, muchas cosas, pero no soy alguien que pueda hacerse tonta, así que no puedo darle la vuelta al par de tareas que tengo pendientes... de hecho puedo dejarlas pendientes por la eternidad, lo que no puedo es darle la vuelta a que están ahí: pendientes. Veamos este 2015.
Silvia Parque