La señita Yolanda, tapicera cuyos trabajos puedes ver aquí, fue la maestra que nos enseñó cómo convertir un bastidor y unas cuantas capas de espuma en un asiento que, milagrosamente, funciona como tal, tras mucho estirar cincha de yute y retor para un lado y para otro.
Y entre tachuelas, calentamos la fría mañana a martillazos, y nos tomamos un té, y lo pasamos tan bien. Ahora sólo me falta decidir el soporte, y me rondan por la cabeza algunas cosas. ¿Alguna idea?