HAIKUS Y UKIYO-E
«da un giro y vuelve
—¿qué se le habrá olvidado?—
la golondrina»
Otsuyû
La muchacha de las flores, Okumura-Toshinabu.
La inspiración en la naturaleza, la melancolía, la belleza y el sentimiento de la frugalidad y la fragilidad de la vida son puntos donde se encuentran el haiku y la estampa ukiyo-e.
El haiku y la estampa ukiyo-e también se hermanan en transmitir la quietud con que se visten los instantes, siempre cambiantes. Son expresiones de la inteligencia que no renuncia a observar. Son exposiciones de sucesos cotidianos, de situaciones nada extraordinarias y que, sin embargo, reflejan con sutileza, a la vez que provocan, emociones profundas.
La sugestión y la sensación son simientes de las que brotan el haiku y la estampa ukiyo-e. La poesía más breve del mundo y la ilustración que, sin perder realismo, es capaz de mostrar la esencia propia de lo que representa, son dos formas de expresión de la cultura japonesa.
Amantes en el ciruelo, Suzuki-Harunobu (1725-1770).
Las flores, la luna y la nieve son más que decorados. Son símbolos. Las flores, la luna y la nieve, tan presentes en el haiku y en las imágenes ukiyo-e, son alegorías de las estaciones del año.
Los cerezos y los ciruelos florecidos nos hablan del esplendor que bendice a la primavera. El canto del cuco celebra el verano y la luna y la nieve reflejan los rigores del otoño y del invierno. La esencia del haiku y de la estampa ukiyo-e es honda. La estética no es más que el envoltorio de un pensamiento que intenta explicarse la existencia.
¿Por qué el samurái (el que sirve) escogió para su emblema, de entre todos los brotes de la naturaleza, los que nacen en el árbol del cerezo? Porque la belleza… es flor de pocos días. ¿Y por qué, de entre todos los peces, eligió a la carpa? Porque la carpa nada contracorriente y es ejemplo de firmeza ante la adversidad.
El haiku y la estampa ukiyo-e —«pintura del mundo flotante»— parten de la idea de que en el universo todo está conectado. De ahí la armonía que emana de ambas maneras de expresión.
La naturaleza viste al tiempo con los trajes de las distintas estaciones del año. Y el hombre es parte integrante de ese proceso. De ahí, por ejemplo, que el pino, la grulla o la tortuga personalicen una larga existencia. En estas formas de representación de la vida, la flora, la fauna y el hombre integran un UNO.
Una belleza ante el espejo, Kitagawa-Utamaro (1753-1806).
Mi entrada de hoy tiene la intención de mostrar hasta qué punto las emociones han sido importantes para la poesía y el arte nipón. Tiene la intención de mostrar esa especie de círculo vicioso que se crea con flores, aves, bambúes, sauces, cigarras, luciérnagas, samuráis, paisajes y geishas.
El haiku es un poema inacabado, de cadencia irregular, lenguaje sencillo y alusiones a los períodos en los que se divide el año. Es un poema que abusa de la onomatopeya, que consta de tres versos, que rechaza la rima y cuya calma esconde una gran carga emocional.
Omezo, un actor, Toshusai-Sharaku (obras fechadas entre 1794 y 1795).
El grabado ukiyo-e surge con la divulgación de los libros ilustrados e impresos y con la pintura de género. Pertenece al período Tokugawa (1603-1867) y recrea el mundo del teatro —Nõ y Kabuki—, el de las casas de citas, el de los baños, el de los salones de té, el de los restaurantes, el de los entornos naturales…
Las estampas tienen líneas limpias, muestran entendimiento entre colores y formas y se realizan con la técnica xilográfica —grabado en relieve hecho en bloques de madera de cerezo y que tiene su origen en China—. Pero, a diferencia de Occidente, en el País del Sol Naciente el grabado no es obra de una sola persona. En el proceso participan el artista —diseñador—, el grabador —artesano— y el impresor.
La xilografía cubrió la enorme demanda de las estampas ukiyo-e, que no dejaron de ser ilustraciones comerciales a pesar de su carácter artístico. Este principio no lo comparten la estampa y el poema japonés, pues el haiku no es especulativo. Es, exclusivamente, una reflexión personal sobre el misterio de la vida.
Dos paisajes, Katsushika-Hokusai (1760-1849).
En el siglo XVII cambiaron en Japón las prioridades, las relaciones personales, las costumbres, los valores… A partir de este período surge el teatro Kabuki —popular y satírico—, aparecen los festivales budistas, las ceremonias del té dejan de ser un ritual exclusivo de la élite militar, política y religiosa del país y hay un marcado interés por las leyendas y las historias folclóricas.
La dinastía militar de los Tokugawa —eran samuráis— cerró las puertas al mundo exterior y desarrolló una política nacionalista y patriarcal.
En el santuario, en la nieve, Torii-Kiyonaga (1752-1815).
En el siglo XVII, con la unificación de Japón, surgió la clase burguesa, de gran pujanza económica y sin ningún poder político. Esta clase acomodada es la responsable de las estampas que ocupan nuestro tiempo de hoy.
El período Tokugawa coincidió con el período Edo (1600-1868). Las estampas recogen escenas cotidianas de los barrios de placer y de núcleos urbanos de Edo, sitios a donde iba la burguesía en busca de la complacencia que las rígidas normas gubernamentales prohibían. En estos espacios marginales, la mujer tenía un rol fundamental. Era símbolo de belleza, moda y riqueza.
Mujeres en baños públicos, Torii-Kiyonaga (1752-1815).
Las estampas ukiyo-e revelan el mundo de las geishas —refinadas damas de compañía que surgen a la par que la clase burguesa— y el de las cortesanas, que se dividía en tres grupos: tayú —la escala más alta. Trabajaban en palacios y casas de té—, ôiran —desempeñaban su oficio en los barrios— y yuyo —prostitutas de la calle—. Es abundante el surtido de láminas eróticas y pornográficas en este tiempo. Por cierto, eran disfrutadas por hombres y por mujeres.
El kimono (lo que uno usa) era prenda tradicional utilizada por ambos sexos —los hombres hasta los tobillos, las mujeres hasta el suelo—. Pero era también reflejo de posición social. Y era, por sus pliegues elaborados, sus decorados y sus complementos, motivo goloso para el artista. El kimono permitía mostrar virtuosismo en el arte de pintar.
Ryogoku-Otatsu, una belleza, Rekisentei-Eiri.
En el universo del ukiyo-e hay estampas de flores y de pájaros (Kacho-e), felicitaciones individuales (Surinomos), grabados de marcado carácter sexual (Shunga) y láminas dedicadas a resaltar las hazañas de los guerreros (Musha-e).
Es el tiempo Edo un tiempo de florecimiento de gremios, de gozo, de refinamiento y de placer.
Las estampas ukiyo-e, que han motivado esta entrada, las rescato de un álbum que perteneció a la esposa de un embajador nipón que estuvo de servicio en España hace muchísimo tiempo. El volumen es precioso y me fue regalado en un cumpleaños —¡qué orgullosa estoy de mi biblioteca!
Los poemas han sido traducidos por José María Bermejo y están recogidos en Instantes. Nueva antología del haiku japonés, libro que recomiendo a todo aquel que se sienta atraído por el género —el traductor aporta unas notas que son muy valiosas para comprender mejor el sentido de los versos.
Cien obras maestras de estampas ukiyo-e, Estudio de Impresión a Color Takamizawa, Tokio, Japón.
Escribió el poeta y calígrafo chino Su Tung-P’o (1037-1101):
«En otras palabras, lo que hay dentro de la apariencia de un árbol, de una roca (…), debe producir aún más profundidad que la forma externa…».
Los dejo con dos de las manifestaciones culturales más importantes de Japón: el haiku y las xilografías que tanto influyeron en el movimiento impresionista —japonismo.
He intentado hilar grabados y poemas con la intención de mostrar hasta qué punto los haikus y las estampas ukiyo-e revelan que el esplendor de la belleza es… ¡ave de paso! —nuestro Barroco también lo hizo, aunque se recreó en el dramatismo y dio a la fugacidad… aspecto de sombras.
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HAIKUS Y UKIYO-E
Wakamurasaki, una geisha, Chokosai-Eisho.
La última espuma
del agua se ha disuelto:
mi mente, clara
(Mitoku, 1587-1669.)
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Un hombre y una niña debajo del ciruelo, Suzuki-Harunobu (1725-1770).
blanco ciruelo:
en sus flores, la noche
da paso al alba
(Yosa Buson, 1716-1783.)
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Hombre y muchacha enamorados, Okumara-Masanobu (1686-1764).
en la almohada
—primavera ondulante—
su pelo suelto
(Yosa Buson, 1716-1783.)
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Un hombre y una geisha, Okumara-Toshinobu (¿-?).
compartí techo
con el trébol, la luna
y las rameras
(Bashô Matsuo, 1644-1694.)
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Al paso de la primavera, Katsushika-Hokusai (1760-1849).
de espantapájaro
a espantapájaro vuelan
los gorriones
(Iwaya Sazanami, 1870-1933.)
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Lavado de un paño, Suzuki-Harunobu (1725-1770).
marea baja:
cada cosa desvela
su propia sombra
(Yamaguchi Sodô, 1642-1716.)
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Una belleza ante el espejo, Gototei-Kunisada (1785-1864).
ahí fuera,
calladamente caen
y caen las flores
(Inahata Teiko, 1931.)
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Bajo la lluvia, Kitagawa-Utamaro (1753-1806).
tromba invernal:
parpadean los ojos
del gato
(Yasô, siglo XVII.)
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Bellezas en el puente, Suzuki-Harunobu (1725-1770).
también las flores,
tan calladas, escuchan
su corazón
(Ueshima Onitsura, 1661-1737.)
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Sojuro, un actor, Toshusai-Sharaku (obras fechadas entre 1794 y 1795).
cae la mano
que movía el abanico;
sopor de siesta
(Tan Taigi, 1709-1771.)
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Takanawa a la luz de la luna, Ichiryusai-Hiroshige (1769-1857).
ya vi la luna:
ahora, con mi sombra,
regreso a casa
(Ihara Saikaku, 1642-1693.)
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Caza de la luciérnaga, Kitagawa-Utamaro (1753-1806).
fría mariposa:
no podrá despertarla
ningún ruido…
(Tomiyasu Fûsei, 1885-1979.)
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Belleza yendo a la cama, Kitagawa-Utamaro (1753-1806).
peonías en flor:
para verlas, té chino,
kimono pálido
(Amano Tôrin, 1638-1719.)
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Belleza lavando, Kitagawa-Utamaro ((1753-1806).
día de Año Nuevo
¡qué lejos me parece
el día de ayer!
(Ichiku, 1708-1759.)
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Una belleza en traje de verano, Kitagawa-Utamaro (1753-1806).
hoy canta el cuco,
pero hoy, precisamente,
no hay nadie aquí
(Shôhaku, 1650-1722.)
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Umeo, a Rôle, Kabukido-Enkyo (1749-1803).
los que contemplan
la nieve, se diluyen
bajo la nieve
(Katsuri, 1732-1817.)
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Una belleza lavándose el cuello, Tamagawa-Shucho ( 18.c ).
me gustaría
ser pequeña violeta
en otra vida
(Natsume Sôseki, 1867-1916.)
*
Retrato de una mujer en abanico, Utagawa-Toyokuni (1769-1825).
la primavera
anuncia su llegada:
luna y ciruelo
(Bashô Matsuo, 1644-1694).
*
Una belleza cambiando su vestido, Gototei-Kunisada (1785-1864).
alrededor
del blanco crisantemo,
todo es belleza
(Miura Chora, 1729-1780.)
*
Vista del santuario Fukagawa Hachiman, Utagawa-Toyoharu (1735-1814).
por dos monedas,
¡este frescor!: terraza
del viejo templo
(Masaoka Shiki, 1867-1902.)
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Una belleza bajo un árbol de cerezas, Kikugawa-Eizan (1787-1867).
al contemplar
los cerezos en flor,
¡cuántos recuerdos!
(Bashô Matsuo, 1644-1694.)
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Mujer cortándose las uñas, Kikugawa-Eisen (1797-1848).
suenan mis uñas
al cortarlas: ¡tibieza
de primavera!
(Takahashi Mutsuo (1937)
*
Lluvia en el puente, Ichiryusai-Hiroshige (1769-1857).
he aquí un poema
sin discusión posible:
viento de invierno
(Chowa, 1637-1715).
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Mujer abstraída junto al río, Ichiryusai-Hiroshige (1769-1857).
tras la tormenta,
ni siquiera hay mosquitos:
¡Qué soledad!
(Masaoka Shiki, 1867-1902.)
ENLACES RELACIONADOS
Diez cuentos zen. Con grabados de Ohara Koson.
«En la ceniza escribo» (Akutagawa Ryünosuke). Haikus.
Días, meses, años (Yan Lianke).
Mao Tse-Tung. Poemas.
Rabindranath Tagore. Poemas.
La acusación (Bandi). Cuentos.
La entrada Haikus y ukiyo-e. Poemas y grabados japoneses. se publicó primero en El Copo y la Rueca.