Posted: 09 Jun 2017 04:37 AM PDT
Un elemento característico de muchas ciudades de Mesoamérica Prehispánica era el juego de pelota, que consistía en un estadio alargado donde destacaban dos aros de piedra muy estrechos en cada extremo. El objetivo era que un balón, en ese entonces fabricado con caucho y con un peso de más de cuatro kilogramos, atravesara el aro el mayor número de veces posible. El perdedor o los perdedores de esta ceremonia religiosa eran sacrificados, aunque en ocasiones –aseguran historiadores– este «deporte» también se practicaba con fines recreativos.
En los escombros también se localizaron distintos fragmentos de esculturas, algunos de ellos pertenecientes a una figura de la diosa Miquiztli, un símbolo que se relacionaba con «muerte» o «tristeza», uno de los axiomas más trascendentes del México antiguo. A unos cuantos metros del Templo de Ehécatl, se halló una plataforma del juego de pelota con una ofrenda de 31 conjuntos (completos e incompletos) de vértebras de personas jóvenes e, incluso, se presume que también cuerpos de niños.Se trata del «nuevo rostro mexica», aseguró en conferencia de prensa, Eduardo Matos Moctezuma, fundador del Proyecto del Templo Mayor del INAH.
Las bases del Templo de Ehécatl, de 34 por 36 metros de longitud, datan de 1482 a 1502, años en los que gobernó el tlatoani Ahuízotl, quien de acuerdo con la historia de México, concluyó la edificación del Templo Mayor de Tenochtitlán dedicado a Huitzilopochtli, dios de la guerra y guía principal de los mexicas o aztecas desde el inicio de su peregrinación hasta su establecimiento en la ciudad que los catapultaría como el imperio más poderoso de Mesoamérica.