¿Has pensado ya en cómo será nuestro adiós, en cómo serán nuestros últimos minutos juntos?
No queda mucho para que nuestras voces se apaguen lentamente hasta ese agónico final, hasta el oscuro silencio. Como un precipicio que se acerca a nosotros sin que podamos hacer nada para frenarlo.
Nos falta todo, las ganas y la vida, esa que parecía querer brillar siempre y no creíamos que tuviera final.
Claro que lo tenía, todo acaba, hasta lo que parece ser para siempre.
Pienso mucho en cómo será esa caída, en cuándo se producirá, en lo que vendrá después. Pienso en quién dirá la última palabra, quizá sin ni siquiera saber que es la última, sin tener ni idea de que después solo habrá silencio. Y vacío.
Pienso en el escenario de nuestra historia, ese en el que hemos actuado, en los focos apagados y las gradas vacías, en los momentos que vivimos y solo quedan como eco, como sombras y fantasmas.
Pienso, sobretodo, en si me recordarás.
Luego vendrá el intentar subir por el precipicio, el no saber si hemos caído, si de verdad es el final, el darse cuenta de que todo ha acabado, el ver el rostro del otro en todas partes y querer moverse por impulsos.
Darse cuenta de que lo mejor que se puede usar en estos casos es la razón.
Es jodido tener la certeza de que esto tiene final, que solo quedan unos pasos.
Supongo que el último será el olvido, cuando ya incluso el eco se apague, cuando ya incluso hayamos olvidado nuestros rostros y solo queden nuestros nombres, lo que nos hicimos sentir uno al otro.
Creo que, siendo realistas, eso también se desvanecerá.
Nos damos de la mano y caminamos hacia el inevitable final. Nos miramos a los ojos y vemos en ellos toda nuestra historia. Sonreímos.
Y decidimos cómo acabará esta historia.