¿HASTA DÓNDE CREO LO QUE PIENSO?
Mi hermana me preguntó si, realmente, yo había encontrado mi sitio en Madrid, lugar donde vivo desde hace más de veinte años. Yo le contesté que no, pero confirmé, una vez más, que cada pregunta importante que se me hace, o me hago, tiene una respuesta insegura. Nunca siento que lo que digo es lo que pienso, aunque lo que diga sea verdad.
Cada ser humano tiene sus misterios. Y los misterios brotan en los terrenos pantanosos de la mente, pues es ahí donde anidad los hechizos.
¿Por dónde caminan mis pies? Lo sé.
¿Hacia dónde se dirigen? No lo sé -es un mundo de sombras aún.
¿Y qué sucede con los recuerdos que mis pies, en su andar, me encomendaron? ¿Pertenecen al mundo de las certezas? ¿Puedo responder, emocionalmente, por esos recuerdos sin temor a engañarme?
¿Puedo afirmar que el bosque cruzado, por el que me preguntas, estuvo calmado? ¿Que el halcón que voló sobre mi cabeza, con sus alas extendidas, me dio sombra cuando el sol quemaba y que, por eso, le estoy agradecida? Sí. Mas puedo decirte, y no miento, que ese halcón hambriento, intentó atraparme con sus garras.
¿Puedo afirmarte, hermana, que el río lleva agua fresca? Sí. Pero también puedo declarar que el agua del río se ha vuelto cristal.
¿Qué hechos de mi vida son certezas, si todo argumento depende de las emociones; si donde vi desdichas también puedo ver alegrías?
La vida, vista bajo el prisma de los sentimientos, es cambiante. No tengo respuestas inamovibles para preguntas existenciales. Paso del oro al bronce antes de que el sol de paso a la umbría.
Te dí una contestación honesta. Y, sin embargo, algo dentro de mí se rebeló diciéndome que te mentía.
La certeza, que entregamos a modo de respuesta, puede ser roca cuando se pronuncia y, cuando vuela a los oídos de quien pregunta, puede ser una frágil alondra en su último vuelo sobre la campiña.
Y así es, Piti, que un instante después de haberte dicho que no, mi mente me devolvió un sí.
¿Es un juguete el peluche que aparece en la fotografía que acompaña esta reflexión? Sí… y no. No es sólo un juguete, ese oso es el alma de mi infancia. Y en mi infancia se cruzan un sinfín de caminos.
Sólo puedo afirmar que respondo por mi nombre. Y vivo.
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Pitina la caminadora. A mi hermana Claudia.
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