HASTA DONDE LA MENTE LLEGA
Confieso que en algunas ocasiones no sé qué esperar de esta vida. La penúltima de mis frustraciones ha venido delimitada por una sequía que ni siquiera presentía. En mitad de toda la invasión de números de letras y demás signos que podemos observar en el mundo (y a diario), me he encontrado enquistado en el momento. Es una de esas breves pausas, en las que tu cerebro no te manda señales o si lo hace es de una forma tenue. Se dedica simplemente a registrar encuentros y almacenar imágenes pues en realidad, con el pensamiento pasa como con el corazón, tiene su propio movimiento de engrandecimiento y compresión, de tal forma que se mantenga el discurrir mental.
Me fui, en las ocasiones anteriores, de este país con pesadumbre. No era capaz de habitar en paz y por esto, tenía lugar mi sufrimiento. Después de perderme en rostros de mujeres que me quitaron el aliento y me redujeron a una pulpa de sentimiento y decepción (para conmigo mismo); de herirme e infringirme la peor de las heridas por abandono y falta de amor propio hasta el punto de reducirlo todo a un solar donde volver a edificar, me tuve, por tanto, que volver a inventar (como tantas otras veces). Pues ahora, resulta que no. Donde había sufrimiento, ya no lo hay y donde había una pasta asfixiante de mediocridad y pena, éstas se acabaron. Ahora son sólo un fantasma del pasado, uno que se esconde más que nada y sólo se muestra si mi voluntad es magnánima aquel día porque he perdido mi capacidad para encajar, no en este sitio si no en aquella nostalgia que ya no me afecta. En su lugar, veo gente reducida a lo que en realidad son, gente de carne y hueso que llegan hasta donde les es posible. Yo también soy así. Aunque esforzado y lleno de un ego que inunda mucho de mi existencia, aún estando en el ambiente en el que (por lo visto, en las mentes locales) tienen lugar las grandes gestas, esto es, el extranjero, me veo rodeado y acaparado por esta realidad que me dice que me hago un poco más viejo cada día y que mi límite me es exiguo. No lo tengo. Ojala pudiera decir que lo intuyo o que soy realista al respecto, de ahí el sufrimiento. Por mucho ego u orgullo o incluso impulso que quiera desarrollar, no soy más que una persona normal al que le ocurren las cosas que son normales a nuestro tiempo, en un plazo normal y un ambiente normalizado. He aquí el drama porque yo nunca quise que fuera así.
¿Que haríamos los españoles sin nuestro rocinante, nuestra lanza y nuestro campo sembrado de molinos?. ¿Qué haríamos, eh?.
Momentos musicales:
She moved through the fair
Quijote y Sancho
Punto de inflexión
Años 80