Hasta Siempre Bernie

A pesar de que sabemos es ineludible, siempre nos quedamos con ese sentimiento de incredulidad cuando nos enteramos que un amigo ya no va a estar. Que ya no va a contestar el teléfono ni los mensajes que le dejes. Que su presencia física en este plano no será más.

Creemos que todo seguirá igual, que contamos el uno con el otro. Hasta que eso un día acaba. Ya no podremos interactuar nunca más mientras yo esté de este lado. Nunca más podré ir al edificio frente al rio y preguntar por ti, nunca más podré tener…
Una cita con Bernard.
Mi amigo no tenía fe. Al igual que yo, la había perdido, pero él jamás la pudo recuperar. Él comparaba a la fe con un estado de embriaguez en el cual el creyente es feliz al creer en una vida luego de esta. Yo sé Bernie, que esa falta de fe te hacía infeliz, pues creíste que te habías separado para siempre de tu inolvidable Evelina. Pero cabe la posibilidad de que hoy ya se han reunido, y esa fe es la que me ayuda ahora a mí a aceptar esta separación. Porque yo era solo una amiga eventual.

En cambio, ella era, es y será tu alma gemela. Estoy feliz por ti, Bernie. Te quiero.

Desde niña tu presencia fue frecuente en mi hogar. Influiste en mi gusto musical, pero no por las baladas setenteras… me enseñaste a amar a Chopin. Años después de tu alejamiento de las cámaras, volvi a saber de ti por los diarios, la columna dominical que se volvió infaltable en mi rutina. Tu filosofía humanista cargada de sentimientos caló hondo en mí. Sin duda, te volviste la influencia más importante y marcada tanto en mis escritos como en mi forma de pensar y ver la vida.

Un día, allá por el 2002 —año negro en mi vida personal—, cuando atravesaba un momento caótico y de desesperación, contestaste mi email. Te volviste mi confidente personal de todas esas miserias que estaban enquistadas en mi psique, me ayudaste a disolverlas, y me enseñaste que el verdadero amor, el duradero, se halla mucho más allá de la piel… está en el fondo de los ojos, donde hay que bucear hasta encontrar el verdadero tesoro: la ternura.

Nunca perdimos contacto. Fuiste testigo del nacimiento de mi hija, y luego de como al final, encontré el amor verdadero, aplicando tus consejos. Me duele que nunca pudimos reunirnos mi esposo, tú y yo, en torno a una mesa, se quedó en planes. Pero no importa. Nunca olvidaré tu generosa amistad. Gracias por escribir el prólogo de Cuentos de Amor y Sexo. Gracias por colaborar en mi podcast en el proyecto Consciencia Atea, el blog que cerré y cuyo contenido eliminé.

Como homenaje póstumo, hoy resubo el podcast que hice con mi entrañable amigo Bernard Fougeres, allá en el año 2008. Hablamos sobre sexualidad, religión y sobre contestar los comentarios hostiles que llegaban a mi blog. Al final, Bernard interpreta en el piano una melodía inspirada en mi nombre: Priscilla. Pido disculpas por la mala calidad del audio. En 2008 yo no tenía ni idea sobre cómo hacer un podcast..

Gracias Bernie. Te quiero.

© 2018, Pitonizza Punto Com. Licencia de uso: Atribución-SinDerivadas CC BY-ND

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