Hasta siempre, mi querido mou

Publicado el 13 enero 2011 por Hada

Te fuiste tan inesperadamente como llegaste a mí. Sólo 6 días pude disfrutarte, aunque también es cierto que ya estaremos unidos eternamente.

Cuando llegaste a casa eras un terremoto. Tan azul como un cielo de agosto y tan vital y precioso como cualquier otro polluelo que se asoma a un universo por descubrir, no parabas quieto en tu inmensa jaula. Siempre trepa que te trepa. Boca arriba, boca abajo, sobre la percha o escondiéndote bajo la hoja de periódico del fondo, podíamos pasar horas enteras sonriendo contigo.

Hoy, cuando ya hace más de 12 horas que te dimos sepultura en la finca, junto a un puñado de alpiste y a una fresca ramita de apio, no puedo dejar de mirar hacia tu jaula, buscándote. De igual forma que te busca Pitina, tu amiga y compañera. Ella, que tanto te arrullaba y tanto te acompañó en los primeros instantes de tu despedida definitiva. Ahora, sin ti, se siente un tanto desubicada. Como yo. Como todos. Incluso Hadita, se encarama maullando a la mesa mientras su mirada se pierde entre los pequeños barrotes, esperando que aquel hiperactivo periquito regrese a retarla con sus idas y venidas continuas y constantes.

Pero no regresarás porque ya has trascendido hasta tu verdadera existencia inmortal. Ya vuelas libre, pleno y feliz por tu propio cielo, acompañado de todos los que te precedieron. Esos que un día te acompañarán a recibirme cuando yo también me eleve desde mí misma para ser quien soy realmente.

Dentro de un rato bajaré a ver tu tumba. Te colocamos junto a Fito, tu directo predecesor y junto a Veloz, el conejito que hace unos meses apareció muerto en las huertas. Vuestros restos forman un triángulo energético puro que me ilumina y alienta cada vez que me paro ante vuestros montones de piedras. Como tenemos por costumbre, plantamos un nuevo frutal justo después de enterrarte. Creo imprescindible regalarle a nuestra Madre Tierra la oportunidad de mimar, proteger y desarrollar una nueva vida siempre que el Ángel Mortal le arranca a uno de los suyos de entre sus verdes y amantísimos brazos. Desde ayer tarde un papayo crece cerca tuyo. Sé que sus frutos futuros serán apreciados y deseados por todos. Como lo fuiste tú en cuanto mis ojos se cruzaron contigo.

Gracias por todo lo que nos aportaste en estos cortísimos seis días. Gracias por tu alegría. Gracias por las risas. Gracias por tus cantos. Gracias por tus vuelos. Gracias por tu cariño. Gracias por tu entrega. Gracias por tu lucha hasta el final. Gracias, incluso, por las lágrimas derramadas que, ahora mismo, anegan mis mejillas. Gracias, Mou, por llegar a nuestras vidas y enriquecerlas con tu maravillosa presencia.

Vuela alto, vuela libre, vuela feliz.

Hasta siempre, mi querido periquito... Te queremos.