Cuando llegaste a casa eras un terremoto. Tan azul como un cielo de agosto y tan vital y precioso como cualquier otro polluelo que se asoma a un universo por descubrir, no parabas quieto en tu inmensa jaula. Siempre trepa que te trepa. Boca arriba, boca abajo, sobre la percha o escondiéndote bajo la hoja de periódico del fondo, podíamos pasar horas enteras sonriendo contigo.
Hoy, cuando ya hace más de 12 horas que te dimos sepultura en la finca, junto a un puñado de alpiste y a una fresca ramita de apio, no puedo dejar de mirar hacia tu jaula, buscándote. De igual forma que te busca Pitina, tu amiga y compañera. Ella, que tanto te arrullaba y tanto te acompañó en los primeros instantes de tu despedida definitiva. Ahora, sin ti, se siente un tanto desubicada. Como yo. Como todos. Incluso Hadita, se encarama maullando a la mesa mientras su mirada se pierde entre los pequeños barrotes, esperando que aquel hiperactivo periquito regrese a retarla con sus idas y venidas continuas y constantes.
Pero no regresarás porque ya has trascendido hasta tu verdadera existencia inmortal. Ya vuelas libre, pleno y feliz por tu propio cielo, acompañado de todos los que te precedieron. Esos que un día te acompañarán a recibirme cuando yo también me eleve desde mí misma para ser quien soy realmente.
Dentro de un rato bajaré a ver tu tumba. Te colocamos junto a Fito, tu directo predecesor y junto a Veloz, el conejito que hace unos meses apareció muerto en las huertas. Vuestros restos forman un triángulo energético puro que me ilumina y alienta cada vez que me paro ante vuestros montones de piedras. Como tenemos por costumbre, plantamos un nuevo frutal justo después de enterrarte. Creo imprescindible regalarle a nuestra Madre Tierra la oportunidad de mimar, proteger y desarrollar una nueva vida siempre que el Ángel Mortal le arranca a uno de los suyos de entre sus verdes y amantísimos brazos. Desde ayer tarde un papayo crece cerca tuyo. Sé que sus frutos futuros serán apreciados y deseados por todos. Como lo fuiste tú en cuanto mis ojos se cruzaron contigo.
Vuela alto, vuela libre, vuela feliz.
Hasta siempre, mi querido periquito... Te queremos.