¿Hay alguien del otro lado?

Hace días que vengo postergando esta entrada. Veo las visitas en mi blog, y un espacio que superó en algún tiempo las doscientas miradas diarias, ha reducido drásticamente a cincuenta, sesenta, en los días muy optimistas.

A favor de la merma de quienes se dan una vuelta por acá, está la discontinuidad en las publicaciones, cierta reserva a vomitar palabras que había en algún tiempo y que ahora medito más, quizás recordando aquello de Thomas Mann, de que la diferencia entre un escritor y alguien que no lo es es que al primero le cuesta mucho escribir, cita que tuve pegada durante bastante tiempo en un pizarrón de corcho que -a propósito- está abandonado en algún rincón de la casa.

¿Pero es sólo eso? He leído hasta el hartazgo que los blogs están en extinción, devorados por Facebook y otras redes sociales, algo que parece ser corroborado por amigos y amigas blogueras que cuento entre mis enlaces y que también han discontinuado sus publicaciones.

Igualmente, sería injusto no afirmar que hay excepciones y varias personas siguen arrojando textos en una suerte de Intifada de palabras que raya la obstinación, que invita a contagiarse.

También es probable que uno no esté escribiendo nada interesante y que por eso la gente deja de leerte (y ni hablar de comentarte).

Pese a todo, trato de refugiarme en el blog y comparto mis entradas en la red de don Mark, aunque desconfíe de un lugar en donde es tan válido poner un me gusta a un cuento de Bukowski, como a una marca de ropa, salvar a los pandas, insultar al Panadero y su gas pimienta, despotricar contra tu político preferido o hacer la más comprometida denuncia social. Todo junto, apiñado como en botica. Y, en algún sentido, con la misma relevancia.

Pero esto no es una diatriba contra Facebook. Creo que el blog, es un espacio sólido a la hora de compartir textos, una suerte de cocina de la escritura y borroneo de textos. También cuenta la porfía para no abandonarlo, como no.

Aquí estoy, por si alguno quiere darse una vuelta.