Un día, en clase, aprendí que la perversión es querer el acto sin consecuencias...
A pesar de cuánto se usan las ideas conductistas en educación, más para adiestrar que para otra cosa, el fin de siglo vio un crecer un fenómeno social de evasión de las consecuencias. No sé, en realidad, si "evadir" es el verbo adecuado; lo que quiero expresar es algo así como "negar" o "suprimir". Trataré de explicarme:
Es natural que queramos no sufrir consecuencias indeseables, aunque entendamos que derivan de nuestros actos; puede ser más o menos malo que muchos lo consigan o se atrevan a intentar conseguirlo; lo que pasa ahora es diferente y no creo que sea natural, creo que es un engaño colectivo perverso: lo que hay ahora es una negación de la existencia de consecuencias y un proceder como si no existieran. No es lo mismo querer huir o de hecho huir de una consecuencia que no deseo, a proceder realmente como si no existiera tal consecuencia. Y bueno, si el toparnos con la consecuencia termina con un camino chueco por el que andábamos, ahí concluye la cosa; el problema es que cuando conseguimos proceder como si no existieran las consecuencias de varios actos con trascendencia, podemos convencernos de que éstas en realidad no existen. Y sí existen. Los viejos saben de eso. Diversas doctrinas lo toman en serio.
Silvia Parque