Revista Diario
...y hoy es uno de ellos.
Nunca me plantee perderte, y aún a día de hoy no acabo de renunciar a ti. Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos nuestra última conversación, desde que este espacio se abrió entre nosotros. Por más días que pasen, y más vueltas le dé, que como imaginarás por lo que me conoces, han sido muchas, no sé qué pasó, en qué momento dejamos de ser quienes éramos, porqué, cuándo se instauró éste silencio...
Recuerdo los pasos, las decisiones, los cambios que tuve que hacer, y cómo me dejé caer al vacío. No superé que dejaras de hablarme y más sin saber el motivo. ¿Qué había pasado para que sólo recibiera tus silencios? Fue una época extraña en mi vida, y supongo que en la tuya también, me alejé un poco, necesitaba centrarme, tomar decisiones, pensar... No creo que lo entendieras entonces, y quizá por ello te alejaste tú también, aunque en el fondo creo que empezaste a marcharte mucho antes, puede que empezara yo primero.
Seguramente te cansaras de mí, de mi difícil personalidad, de esa necesidad de hacer sólo lo que realmente quiero hacer, de esas épocas introspectivas, mi desapego ocasional. Puede que de algo más, no lo sé, y no lo sé porque no me lo has contado, a pesar de que no hace tanto nos lo contábamos todo el uno al otro. Éramos inseparables, o al menos así lo creía. Sabíamos con una simple mirada lo que el otro pensaba, hablando con los ojos como pocos pueden hacer, compartiendo momentos importantes, y otros no tanto. Conversaciones que parecían no acabar nunca, consejos que no se aplicaban pero se agradecían, oídos que escuchaban. Nunca he tenido una conexión como esa con nadie, sólo contigo. Quizá mi forma de ser no lo ha propiciado, que a pesar de que hablo de cualquier tema con cualquiera, nunca he dejado que rompieran la coraza por completo, que me conocieran del todo. No me he expuesto tanto a otra persona, probablemente por miedo, al rechazo, a la indiferencia, a que dependan de mí... No lo sé, miedo. Pero tú lo hiciste, deshojaste cada capa y llegaste hasta la esencia, conociste quién soy realmente, sin ver una verdad fragmentada, y por eso me dueles más que cualquier otro. Por desgracia no soy nueva perdiendo gente, pero a ti...
Puede que injustamente atribuya esta pérdida a terceros, aún asumiendo mi gran culpa. Yo necesitaba un cambio, pero no a costa tuya, no a costa de no tenerte en mi vida. Supongo que las cosas no ocurren como las imaginamos, que no podemos controlar cada aspecto de nuestra vida, pero supuse que eso sí. Quería mantener nuestra relación, la que teníamos tú y yo, aunque nos viéramos menos, pero que fueran momentos nuestros, sin terceras personas que pudieran adulterarlo. Siguiendo con aquella analogía tuya de las plantas y la amistad, yo pensé que la nuestra era un cactus, y quizá para ti era una orquídea, perdóname, nunca se me dio bien mantener flores delicadas.
Son incontables las veces que, en más de un año, he pensado en ti, momentos en los que, como hoy, sólo te necesito a ti, y ese consejo, esa charla, ese hombro, ese chiste... Mil y un momentos en los que tú eras la persona con la que me apetecía hablar, contar aquello que me ocurría, lo que hice en X cita, preguntarte lo que debería hacer... Mil y un momentos en los que te he echado de menos, a ti, a mi mejor amigo, a mi alma gemela. Sí, mi alma gemela, y ello no posee connotaciones románticas, sino la más pura literalidad. Congeniábamos a la perfección, nos conocíamos, nos queríamos, nos respetábamos...
Dejé que las cosas cambiaran, que yo cambiara, que no te dieras cuenta de que tú también cambiaste, y lo siento, siento no haber hecho las cosas bien. Y por ello sigo sin conseguir el valor para hablarte, para eliminar este silencio que duele, para pedirte que me hables, para intentar recuperarte, lo que significábamos el uno para el otro; porque me cuesta horrores recular, porque huyo de las confrontaciones, porque tengo miedo, pero el miedo a no hacer algo ante esto de una vez, y por ello perderte definitivamente, hace que quiera vencerlo, y afrontar lo que deba para volver a ganarme un lugar en tu vida. Porque nunca he dejado de quererte, ni de considerarte mi mejor amigo.
Y por eso, aunque no lo leas, aunque no te lleguen mis palabras, aunque no signifiquen nada para ti...; a pesar de ello, tenía que escribirlas.
Si te ha gustado o entretenido este post, compártelo con tus contactos. No cambiará el color de ningún logo, ni el blog pasará a ser de pago si no lo haces, pero me harás un poquito feliz. Si por el contrario no te ha gustado nada, y tendrías ganas de hacer tallar el post en piedra, y hacérmelo comer, compártelo con tus enemigos...