En esta colonia que se comporta un poco como un pueblo, los animales se aparean y paren como si no hubiera castraciones y esterilizaciones en el mundo. Hay demasiados perros callejeros a los que de cuando en cuando se lleva la perrera, básicamente para matarlos. Una pena. También hay muchos gatos: demasiados.
Un día llegó un lindo gatito bebé que maullaba como llorando. Le di leche. Mi hija daba brincos de alegría -literalmente-. Pensé que regresaría al día siguiente por más leche -el gato-, pero no.
Hoy llegó otro gatito, también cachorro, aunque mayor que el anterior. También maullaba como llorando y le di leche; hace rato le di salchicha... porque se quedó en el patio... de hecho se metió en la casa cada vez que tuvo oportunidad, defecó en un rincón del patio, parece seguirnos y ahora está allá afuera. Hace frío, pero no puedo con la idea de tener un gato dentro de la casa. No soy una persona de gatos. Soy claramente una persona de perros, sin ganas ni condiciones para hacerse cargo de otro ser vivo. Nada más alimenté al animal.
Mi hija se voltea al revés de alegría con la criatura.
No sé si estará ahí mañana.
Yo estoy pensando que habrá que traer tierra para que pueda enterrar bien su excremento. Conseguir algo en donde se pueda proteger del frío. Vacunarlo. Supongo que desparasitarlo o algo así. Y tengo otras cosas de qué ocuparme, definitivamente...
Tal vez mañana se haya ido.
Silvia Parque