Hay un trayecto de 7 años en los que escogía a los peores hombres de entre los peores para mi, me gustaban feos y malos, casi con una certeza de que merecía ser castigada por algo que habría hecho en otra vida. El amor era como restregarse insistentemente contra un cactus, buscando ternura, buscando plenitud y saciedad. Te recuerdo a ti como la forma más inocente de iniciar este viaje, previo a todos ellos, desde la distancia de desconocer los placeres de la carne pero intuirlos en la superficie de la boca y en las yemas de los dedos, cuando pronunciaba las sílabas de tu nombre. Me gustaba tomarte de la mano y extrañarte cada vez que cortábamos y veía lo guapo que eras en tu uniforme de la escuela. Niño caballero de brillante armadura, me envolviste con el manto de tu cariño y la silente pero falsa promesa de que todos serían como tú.