Hay veces que hay que acercarse tanto al borde del acantilado para poder alcanzar a ver algunos mínimos detalles que en un descuido somos capaces de perder el equilibrio, de forma cosciente, y caer al fondo precipitadamente. Pero es en esos momentos cuando de verdad se puede contemplar la belleza de lo que nos rodea y disfrutar de la caida libre como si de un paseo en barca se tratara. Y yo ahora digo, ¿por qué no vivir en esa "caída libre" constante?, ¿por qué no dar pasos hacia delante, no hacia atrás?, ¿por qué no dejar de pensar por una vez y comenzar a actuar? Es cuestión de acercarse al acantilado, arriesgar y apostar a cuantos milímetros del borde puedes llegar...