He conocido a mucha gente… muchos se han quedado, pero muchos más se han ido. He conocido mentirosos que se creían sus propias historias, descubrí a los envidiosos, arrogantes y egoístas. Me he cruzado con personas que me enseñaron lecciones que ni ellos mismos se aplicaban y muchas otras que vivían cada segundo sin miedo al mañana. Hubo quién me hizo reflexionar y otros hicieron replantearme mis ideales desde los cimientos. Estaban, y aún están, los que me acompañan en mis locuras y hay quién me arrastra a lo desconocido. Me encontré con los que siempre soñaban, pero también con los que sólo sufrían pesadillas cada noche. Los que volaban hasta el sol y los que caían en picado. Aprendí a tener los pies en el suelo gracias a los realistas que un día aparecieron. He visto quién intentaba enterrar el sueño de los demás mientras ellos se erguían orgullosos de sus actos. He conocido personas que crearon su propia realidad donde todo era oscuridad. Vi gente que arrojaba leña al fuego sin ni siquiera quererlo y vi quién lo lograba apagar una vez en llamas. Conocí a ignorantes sabios y algunos sabios ignorantes. Me crucé con aquellos que descubrieron mundos nuevos y otros que ni cruzaban la puerta de su casa. Un día llegaron aquellos que querían más a un animal que a una persona, y también estaban esas personas que amaban con todo su ser y que al final les arrancaron el corazón. Están esos que se marchan durante años y un día, por arte de magia, vuelven como si nada hubiera cambiado. Olvidé a quién me prometía historias incumplidas y lo siento por aquellos que aún esperan mis promesas. Me enamoré de aquellas personas que sonreían con el alma y, de esas, cuyos ojos hablaban. De las que hacían del infierno, un paraíso. Sin embargo, dejé a un lado las que me enseñaron que es más fácil dejarse caer que luchar por levantarse, igual que me aparté de aquellas cuya vida estaba llena de palabras, pero no de actos. Valoré a la gente que sufría con el arte y también a la que pasaba las noches en vela por su vocación. De los más alocados aprendí a perder el miedo de lo que otros pudieran pensar de mí. Y me demostraron que, aún sin conocer el futuro, las cosas podían salir bien.
Conocí gente que sueña, y sueña, y sueña, y de repente se despierta. Están los que saltaron del nido incluso antes de saber volar. Los que se enfrentaron a la muerte en el cuadrilátero. Los que perdieron en el primer asalto. Y los que ganaron el segundo. Los que ven el vaso medio lleno, los que lo ven medio vacío y los que ven mitad agua y mitad aire. Los que sufrieron un punto de inflexión en sus vidas, o dos, o tres, o cuatro… Los que, aun sin entenderles, los mantengo a mi lado. He conocido personas que, más que dejarse la piel, se dejan la vida. Hay quien lucha por mantenerse vivo cada día, por forzar una sonrisa a la tristeza. Y me demostraron que sonreír no era estar feliz y que vivir no era estar vivo. También se lucha por tener algún sueño y no solo por soñar.
Lo normal dejó de serlo cuando otros no lo eran, enseñándome que todo era relativo; amar a varias personas a la vez no era malo, sentirse enjaulado en cuerpos equivocados no impedía poder salir a volar si se tenía valor. Y no importaba si alguien se quería una sola noche o para el resto de sus días. Vi colores tan dispares que la oveja negra no era más que una de tantas. Me alegré cuando algunas personas lograron liberarse de sus cadenas. Y me cabreé cuando otras querían aprisionarlas. Atravesé corazas de aquellos que se ocultaban tras su armadura. Observé lágrimas fluir tras descubrir lo que estaba oculto. Conocí a capaces de incapaces. Me fascinó como hubo gente capaz de engrandecer más aun mi propio mundo. Dejé de caminar solo cuando me di cuenta que había más como yo. Y me volví más humilde al saber que también los había mejores. Caminé despacio junto a los que disfrutaban y aceleré el paso con los que no sabían ir de otra forma. Comprendí que debía entender antes que juzgar y que mi realidad no era la de los demás. Hubo gente que logró mejorarme sin ni siquiera darse cuenta. En realidad, todo el mundo que se cruzó en mi camino, fuera para quedarse o no, consiguió que aprendiera algo. Me enseñaron diferentes lecciones, abrí los ojos al mundo e incluso, gracias a los que nunca fueron santo de mi devoción, supe qué era lo que no quería en mi vida.
Y es que aun habiendo vivido poco, he tenido la suerte de haber conocido a tantos tipos de personas, que sé que aún me quedan muchos por conocer.