Revista Diario

He perdido el hábito

Publicado el 16 julio 2015 por Rubén Rubén García Codosero @RCodosero

He perdido el hábito de seguirte, de cruzar los codos y esperarte, de encenderte velas por las noches, de rezar, implorar o maldecirte. Todo lo he sufrido como un despistado caracol en el tambor dentro una lavadora. Y ahora al ponerme en pie y sacudirme la baba de conchas ajenas, he visto que caminar con tus pies, genera cansancio, dolor y molestias. La comodidad de un vagón de tercera se nos antoja añoranza. Quizás, si más de un supuesto amigo me hubiera tendido una escala, yo hubiera podido asirme y elevarme a otros cielos. Cielos de otros que no uno propio.

Ser autónomo en este país denominado España por nuestros ancestros, es andar como un asceta de puerta a puerta con su escudilla de madera. Mendigando monedas, amaestrando serpientes o estrujando gallinas para que en vez de un huevo pongan tres. Pero no hay gallinas con ofertas de 3×1, ni clientes de llévese 3 y pague 1. Más bien todo lo contrario, llévate 4 y solo te pagará 1, mal y tarde.

Repito he perdido el hábito de ser asalariado, de tener un horario cómodo, de tener hobbys y pasatiempos. Lo siento quizás por el señor del  kiosco que no me vende autodefinidos, esos ya me los sirve hacienda, el ayuntamiento y el señor del SER que me amenaza cada día con ser 4 euros más pobre. Cuatro euros que no verá el señor de la cafetería que a veces me sirve el desayuno, o la pobre paloma que comparte mis migajas cuando disfruto de un parque con mis hijos.

Palomas raquíticas, clientes en Villadiego o en Polvorosa provincia del ya te pagaré o impuestos nacionales, municipales, vecinales o de pernada sonrosada. Cualquier cosa vale, cualquier cosa necesaria puede ser obviada, basta como reza este artículo, perder el hábito.

Hace dos semanas asistí a una conferencia de personas que han perdido el hábito, que habían aceptado el pulso de esta sociedad, y decidieron salirse del juego, antes de que se les fracturada la muñeca y con ello el resto de sus vidas. Y he visto, he vislumbrado la raza sin me permiten los puristas, o los enemigos del orden, la raza que ha de cambiar las cosas. Profesionales desmotivados que han roto todas las reglas para crear su propio camino. Apaleados por la incomprensión, por la dureza de que tu propia conciencia te desprecie.

Personas que han seguido la estela del Fénix y han renacido. En ese proceso me encuentro, desplegando alas, iniciando proyecto, levantándome de la mesa en medio de la partida, soltando mi baraja marcada.

Perdiendo hábitos, renaciendo, conociéndome, viviendo. Y a ti ¿Qué hábito merece la pena que destierres?

La libertad de uno mismo, se valora consecuentemente con el número de errores que se hayan cometido. El éxito no es una fórmula mágica del cine o la televisión, no eres un operación triunfo, un master chef, un súper guay. Eres tú mismo y eso es lo más importante que vas a tener en tu vida. Según enfoques y dirijas tus pasos, así has de encontrar tú felicidad o tu desgracia. Pero si te quedas, si no rompes la baraja, si juegas lo mismo una y otra vez, la desgracia ya está en tu vida.

Empapelar paredes con un adhesivo neutro, dejar que se caiga ese papel y volver a empezar. O abrir la puerta y salir al mundo con la frente bien alta, no por orgullo, no por autoconfianza, sino para que cuando caigas no te rompas la crisma. Porque caerás, como yo, repito como yo y como el tipo más rico de este mundo, también como el más pobre. El libre albedrío es para que vivas tu vida, para que tomes decisiones, para que te subas al potro salvaje de tu vida y trates de domarlo. Al principio duele mucho, con el paso del tiempo un poco menos, luego ya no duele, te subes rápidamente y vuelves a tomar las riendas. Que si esto no va para un lado, pues tomas otro camino.

Pierde los hábitos, rompe tu regla de castidad con el fracaso, alégrate de tus cardenales, cuenta tus chichones con la persona que ames, y cuando el gallo, campana o despertador del iPhone te levante, ser por Dios, ¡El jinete de tus sueños!

habito


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