Despertó con el vago recuerdo de un sueño, una anciana vestida de negro en medio de la encrucijada le extendía la mano. Recordó su sueño al atardecer y sintió un escalofrío. Tengo que hablar con la que sabe de estas cosas dijo y fue a la casa su abuela Casandra, la encontró tomando mate con el novio de turno riendo a carcajadas de los últimos memes del grupo de salsa de Whatsapp. Su risa podía atravesar el barrio entero, tenía fama de curar penas y ver el alma de las personas. La abuela Casandra observó a su nieta pelirroja con el alma atribulada, con una mirada despidió al novio e invitó a su nieta a tomar asiento en la mesa redonda de la vieja cocina llena de mágicos recuerdos.
- Ay Abuela ¡Ya no soporto tanto caos! Se me perdieron las llaves del auto 3 veces esta semana, las ruedas del auto llantaron otra vez, tengo sueños raros, Santiago quiere que vaya con él a Colombia, pero en el hospital me ofrecieron la jefatura de turno! Sabés que esperé años esa oportunidad en el Hospital, pero Colombia ... Santiago ... ¿Qué hago abuela? - Bueno hija, dijo Casandra, veo que claramente estás en una encrucijada, mientras acariciaba a su gato Merlin que a su vez se acomodó para escuchar las letanías de Lilith aunque sin demasiado interés en su visita. Sabes que no puedo decirte qué hacer -continuó, las decisiones son una responsabilidad intransferible, gracias a los dioses ... pero puedes pedir alguna luz a Hecate, por cierto mañana celebramos Luna Negra y hay aquelarre, estás invitada, como siempre. -Gracias Abuela, consultaré con la almohada y con Hecate, le dijo mientras la abrazaba y se despedía.
La noche sin luna la encontró conduciendo su auto sin rumbo fijo mientras cavilaba una y otra vez sobre viajar o no viajar con Santiago, de fondo sonaban los tambores de Wendy Rule llamando a Hecate, el playlist que su abuela le había regalado en su último cumpleaños, los tambores la habían hipnotizado de tal manera que cuando volvió en si no sabía donde estaba, un segundo de distracción para conectar el GPS fue suficiente para el desastre, vio un perro negro en medio de la calle al que trató de esquivar perdiendo el control del volante, al sonido de los frenos chirriando siguió una humareda blanca y el golpe del airbag, había chocado contra un árbol.
Salió del auto con esfuerzo y atontada, sólo atinó a sentarse cuando el perro negro se acercó a ella moviendo la cola como si nada hubiese pasado. Miró al cachorro peludo y su auto achicharrado, miró su suerte, su vida entera en un segundo y un llanto incontenible se apoderó de ella.
Despertó en el hospital con Santiago mirándola con ternura, ambos sabían que la suerte estaba echada. Te voy a extrañar - dijo Santiago, pero no voy a dejarte sola, la ambulancia te trajo con una acompañante que no se despegó de vos ni un segundo dijo señalando el sofá en la que estaba una perra negra descansando plácidamente, por cierto ¿Cómo la llamarás? -preguntó Santiago.
- Hecate, se llama Hecate, dijo Lilith.