La casa de Héctor estaba hecha de trozos de madera que habían ido encontrado tirados por cualquier lado. Los recogieron y los juntaron como pudieron con algunos clavos, con cuerdas.........El hueco que hacía de puerta, estaba cubierto por una especie de trozo de manta.Una cama chica de hierro negro en una esquina de la chabola servía para dormir todos, aunque no fuera tan cierto, cuando llegaban los más mayores, por ejemplo, su padre y su hermano, el se quedaba fuera. No había sitio en ella para todos.Héctor se quedaba acurrucado en un rincón, intentando moverse lo menos posible, pensaba que las ratas no le molestarían si así lo hacía y además conservaba mejor el poco calor que sentía, cuando los huracanes llegaban y dejaban todo tan mojado y húmedo, que no había forma de entrar en calor en mucho tiempo.Aunque para muchas personas, habitantes de otros países, podría ser solo un mal sueño, una leyenda, aquí no, para Héctor y otros muchos niños, son hechos reales cada día de su vida.Al amanecer su hermano y su padre salían y no volvían hasta la noche, Era como si Héctor no existiera, a veces, si se cruzaba en su camino, se llevaba algún que otro golpe acompañado de gritos.
Tenía otro amigo como él se llamaba Joan y juntos eran invencibles. Hasta ahora habían conseguido ser unos héroes, tenían 6 años y estaban vivos, verdaderos supervivientes, ¿no lo pensáis vosotros también?
Juntos los dos niños se colaban en cualquier hueco en el que se oliera a comida, un mendrugo de pan, era una gran recompensa para ellos, entonces, lo compartían como verdaderos hermanos.
Algunas veces les tocaba correr de lo lindo y esconderse casi bajo las piedras. La vida en aquel lugar era muy difícil, a nadie le gustaba que le quitaran la poca comida que tenían.
Un día se atrevieron a subir hasta la colina, al otro extremo del barrio, donde vivían y se asombraron bastante, las casas aunque malas, estaban mejor hechas que las suyas y un poco más limpias, las calles no tenían ese barrillo perpetuo, que les hacia estar siempre sucios.
Héctor y Joan no podían creer lo que estaban viendo, colgando de las cuerdas había ropa limpia, muy limpia.
Se sentaron en una esquina del callejón, seguros de que nadie podía verlos y permanecieron allí, sin saber porque, sin hablar, sin mirarse, sólo con los ojos puestos en aquellas casas, en esa ropa limpia.
Continuara...........Marijose.-