Y hoy el héroe eres tú, pequeño, de manos tiernas y cabeza aún grande, de mejillas blandas y piernas cortas. El héroe y el mártir, pequeño, sabedor de multiplicaciones por una cifra, gran sonrisa y lágrimas espesas bajo las mantas de Superman. La inocencia no es más que un viejo recuerdo, algo nublado y oscuro. Y el juego…¡Ay! El juego…Perezoso por las mañanas, agarrándote a un termómetro trucado, con un autobús de cuento te diriges al infierno, hacia la educación que no dejan de ser las letras que con sangre entran. Y entran los días y los meses, años temiéndole al bocadillo, al timbre y a las canchas, agarrado a tu pequeña mochila como si fuera tu vida, a tu pequeña vida como si fuera una carga, llena de cuadernos y notas de desprecio, lanzadas con descaro tras una espalda de lana manchada de tiza. Unas patillas de gafas que se alzaron con condescendencia fueron tu última condena, sólo hablaste una vez, lo pagaste caro. Y hoy el héroe eres tú, pequeño, delicado infante demasiado menudo para este mundo tan triste, tan duro y estrecho, tus piernas corren más de lo que tu cabeza asimila, tu corazón bombea la sangre que se esparce en el recreo, tus lágrimas riegan ya los próximos septiembres. Y aún así los encaras con esperanza, pequeño, cada primer día con tu peinado reluciente y el beso materno aún caliente en la frente, tus pasitos de héroe, levantando ligeramente los talones, dispuesto a dibujar, a vislumbrar, quizás este año por fin, algo de paz en tu pequeña alma de niño distinto.
Héroe
Publicado el 31 enero 2012 por MedeaY hoy el héroe eres tú, pequeño, de manos tiernas y cabeza aún grande, de mejillas blandas y piernas cortas. El héroe y el mártir, pequeño, sabedor de multiplicaciones por una cifra, gran sonrisa y lágrimas espesas bajo las mantas de Superman. La inocencia no es más que un viejo recuerdo, algo nublado y oscuro. Y el juego…¡Ay! El juego…Perezoso por las mañanas, agarrándote a un termómetro trucado, con un autobús de cuento te diriges al infierno, hacia la educación que no dejan de ser las letras que con sangre entran. Y entran los días y los meses, años temiéndole al bocadillo, al timbre y a las canchas, agarrado a tu pequeña mochila como si fuera tu vida, a tu pequeña vida como si fuera una carga, llena de cuadernos y notas de desprecio, lanzadas con descaro tras una espalda de lana manchada de tiza. Unas patillas de gafas que se alzaron con condescendencia fueron tu última condena, sólo hablaste una vez, lo pagaste caro. Y hoy el héroe eres tú, pequeño, delicado infante demasiado menudo para este mundo tan triste, tan duro y estrecho, tus piernas corren más de lo que tu cabeza asimila, tu corazón bombea la sangre que se esparce en el recreo, tus lágrimas riegan ya los próximos septiembres. Y aún así los encaras con esperanza, pequeño, cada primer día con tu peinado reluciente y el beso materno aún caliente en la frente, tus pasitos de héroe, levantando ligeramente los talones, dispuesto a dibujar, a vislumbrar, quizás este año por fin, algo de paz en tu pequeña alma de niño distinto.