Hespaña

Publicado el 25 marzo 2015 por Isabel Topham
Me hace mucha gracia que, desde nuestra niñez nos digan una y otra vez que nadie es inferior ni superior a nadie; y, al mismo tiempo, conceden más importancia a unas materias comparándolas con otras de supuesto menor valor y, ¿no está ahí también la educación? De ahí parte el desprecio a los artistas, creadores de contenido y demás profesionales similares, ¿no? No hay peor mal que dedicarse al arte. Hay que regalarlo, ofrecerlo sin pedir nada a cambio. El artista es el puñetero virus que se inyecta en la sociedad y, poco a poco, la envenena; mientras, el arte a su vez, es una enfermedad sin antitetánico. Aún me sigo cuestionando las diferencias entre este oficio y el que se dedica a la medicina, ingeniería, educación o cualquier otro ámbito académico.
Al igual que no entiendo a esos artistas, o quienes se hacen llamar así, sienten especial ilusión por dedicarse en alma y cuerpo a lo que se dedican. Me explico, por justo esto mismo, alguien, mundialmente conocido, con más chalet que calcetines y sin la falta de nada, se ofenden cuando una de sus obras es la más descargada de todo un país. A ver, tienes amor, dinero, buena salud y la atención de los demás… qué más quieres. Sin embargo, sí lo vería bien en alguien que está empezando en el mundo de la música, el cine… etc. Tiene un objetivo y es el poder vivir de lo que ha empezado siendo tan sólo un hobby. Para ello, necesita mucho tiempo pero, en especial, dinero; y si se lo quitas lo que pudiese ganar ¿cómo quieres que lo consiga?
Personalmente, si me viene un fan a que le firme un disco, libro u otra cualquiera obra de arte de las mías, con una sonrisa en la cara y sus palabras sean más dolientes que placenteras, como: “Me he descargado toda tu discografía y ya he escuchado todas las canciones cuatro veces seguidas.” Pues le sonrío, y doy las gracias. No sé… al menos, está disfrutando con tu música y no con la de otro, al menos te está prestando atención a ti, y no a otro. Pero si inmediatamente, me da el disco para que se lo firme, se lo podré negar con una buena justificación de por medio antes de ser tachada de hipócrita. Este es mi trabajo y, además de, disfrutar también vivo gracias a él. Aunque, este ha sido mi pensamiento hasta hace muy poquito tiempo ya que, al tener un blog he pensado: "Joder, tía, tienes un blog ¿de verdad vas a estar en contra de ello? Al fin y al cabo, leer un blog y descargar contenido es sinónimo a día de hoy." Por otro lado, no comprendo tampoco esa tendencia a caracterizar por personal a un colectivo. No te guíes de los estereotipos, ten en cuenta que tú puedes entonces estar dentro de ellos. Aunque lo niegues.
Ahora mismo, tal y como está el panorama español (al menos), es más importante la razón de por qué no te contesta tu ídolo por Twitter que los problemas que tienen, o deberían tener, verdadera importancia.
Las sonrisas brillan más por la ignorancia del dueño que por su propia madurez. No puedo entender cómo hay que estar de locos (en el sentido pésimo) que, ni siquiera haga falta salir del propio país para saber lo que opinan de nosotros. Esa manera de menospreciar algo de lo que podemos estar orgullosos de tener, la cultura. Porque, qué hay de un país sin su cultura. Hablo de música clásica y todo el mundo se marcha de mi lado, recibiendo excusas: "Tíaaa, eso está pasado de moda. Aburre." A ver, no. No está pasado de moda, pero tampoco es moda. Las modas van y vienen, el arte debe perdurar en el tiempo; y, tengo por seguro que, si se vendiese de la misma forma el resto de los estilos musicales, sobre todo, el pop y el rock; éstos tampoco venderían. Toda buena obra maestra tiene que llegar nada más a la minoría, a la menor cantidad posible de personas pero, a la mayoría de las personas que estén dispuestas a disfrutar tal milagro sin la necesidad de esperar a cumplir los 80 años para ello. E ir al teatro para escuchar la última sinfonía de la orquesta debe ser un gran privilegio como aquel de ir a un concierto de rock.
Hablamos de escultura y pintura y, ¿quién va a ir a un museo pudiendo ir a divertirse debajo de un puente consumiendo cuatro drogas y media por una media sonrisa verdadera? Pues… yo, joder, yo. A ver, siempre hay tiempo para todo pero, no puede ser que sea más rentable el botellón que la entrada de un museo o la de un festival de música; y, claro. Joder, claro que me gustaría pero sin cierto saber en la materia y, en conclusión, sin interés en ello difícilmente lo veo. Sigo pensando que, la mayor parte de la culpa la tienen los centros educativos, en adaptarse al sistema y no al alumno. No te enseñan, te someten al conocimiento. ¿Para qué quiere saber alguien en qué año se construyó la Torre Eiffel, sin ni siquiera darle un motivo por qué es importante que lo sepa? Quizá, ésta, sea la única manera de aprender de verdad.
Hay por su parte, una gran diversidad de gustos y, por ello, no porque a ti te guste una obra también deba gustarle a otra persona. Nos quejamos del nivel cultural que hay (en especial, entre los jóvenes) y, a decir verdad, dudo mucho que sea suficiente organizar tan sólo una semana de día del libro, cuando, además, la mayoría de ellos tratan sobre historias de amor entre adolescentes juveniles, con la misma trama, los mismos personajes… etc. Pero, con otros nombres. Nos dejamos llevar por el número de ventas antes que por la pasión. El valor se compra con el dinero y no con el interés de cada persona. Pero, mientras la literatura esté infravalorada qué pensar de nosotros. Echamos la culpa a quien tenemos al lado pero, sinceramente, ¿has hecho algo tú para remediar tal fracaso?
Damos demasiada importancia a detalles insignificantes que no merecen ni nuestra atención, quitándosela a los que sí la poseen. Lloramos, por otro lado, en palabras que no llegan a lágrimas y cuando lo hacen, son falsas. Sin ir más lejos, hace dos años cursé Segundo de Bachillerato y aunque, durante el año en clase reinase la paz y la tranquilidad, al terminar el mes de Mayo llegaron los llantos convertidos en cincos sin esfuerzos de personas que no se merecían ni un mísero tres en la evaluación; otros, sin embargo, tenían que ver sus repletas caras de felicidad tras acabar el curso con el mismo éxito que ellos pero, con la diferencia, de habérselo currado (y, esto último, no va por mí). Lo único que pretendo demostrar con este ejemplo, es que en ocasiones no hace falta demostrar un poquito de sensibilidad sino de hacer justicia.
Si os dais cuenta, tan sólo lloráis en palabras que no llegan ni a lágrimas y cuando sí llegan, son falsas y penosas. El año pasado cursé segundo de bachillerato y mientras, durante el año en mi clase reinaba la paz y calma, al finalizar el mes de mayo llegaron los llantos y desilusiones convertidos en cincos sin esfuerzos de personas que no merecían ni un mísero tres en la evaluación (que quede claro que, esto siguiente no va por mí) otros, debían de ver como se iban a ir del instituto sin haberse esforzado durante el año y ellos sí. Quiero decir con este ejemplo verídico que, en ocasiones no se trata de demostrar un poquito de sensibilidad sino de hacer justicia.
Por pensar en ahorrar cuatro duros que en un futuro no tendrán ni valores, estamos desaprovechando una oportunidad de oro de conocernos internamente, más y mejor. Pero, vivimos en un país donde contribuir a ese movimiento de “Acción poética” (pintar poesías en los muros de la ciudad) es un delito y contribuir a formar parte de la voluntad del taurino, un arte. No entiendo a mi propio país de querer romper su propia piel sin anestesia y con mucho dolor. Entonces, cuando lo consigamos aplaudid tan fuerte que se rompan nuestros tímpanos, nuestros hígados ya estarán rotos para cuando esto pase, porque esto si que será un gesto de honor para hacerlo y obra maestra que merecerá su público. HESPAÑA; la obra, ¿te la vas a perder?