Revista Literatura
Tengo manos de muerte que rozan tu escarcha.
Y quizá amar no sea más que este deshacerse en guijarros y saliva.
Ser hiedra, y piedra rota desmoronada que se transforma, que nos diluye y nos une así en una sola bruma, imperecedera, que aparenta lamer un nuevo día.
No hay otro milagro que disuelva el nosotros.
Porque tú y yo somos... esencia atemporal convertida en arena.