Por Dolega el 24-5-2012 en Con humor
Ayer por la noche he recibido un mail invitándome a pasar por una web, que por supuesto no diré su nombre. Es una especie de revista digital de temas de sociedad y familia.
Me he dado una vuelta por ella y se me ha quedado un mal cuerpo que todavía no me lo puedo quitar de encima.
Los artículos de la publicación de marras eran del tenor de:
“10 actividades para entretener a nuestros hijos en la piscina”
“Como hacer agradable un viaje en coche con los más pequeños, 5 claves para el éxito”
“20 actividades divertidas para hacer durante la fiesta de cumpleaños”
A ver amigos, todos sabemos que las listas son buenas para el posicionamiento web, El marketing digital, el SEO y todo eso, que los que estamos metidos un poquito en este mundillo, nos hemos estudiado.
Pero claro, este tipo de artículos a mí, que ya tengo una edad, me levantan grandes sospechas y unos remordimientos espantosos.
Entretener a mis hijos en la piscina. Bueno, como premisa no está mal pero se supone que la piscina es un sitio entretenido, divertido, guay ó cómo lo queramos llamar, pero aburrido, no.
Mi experiencia en la piscina de la urbanización, (que yo también he vivido en urbanización de 500 vecinos con piscina, parque, pista de tenis, cientos de derramas y reuniones de vecinos que hubieran hecho las delicias de Almodovar) es que mis hijos se divertían mucho, mucho.
Entre amargarle la vida al pobre socorrista, que intentaba sin éxito estudiar para septiembre alguna asignatura de la carrera ó el teórico del carnet de conducir, discutir de manera reiterada por los manguitos que ninguno de los dos necesitaba, intentar jugar a cualquier juego de cartas que estuvieran jugando los mayores y no jugar con los variados juguetes y juegos que bajaban y que luego había que subir, y pegarse a brazo partido encima de mí en cuanto me ponía a hablar con alguien, porque cuando estaba sola ellos estaban plácidamente bañándose, pues la verdad es que se lo han pasado genial.
En serio, yo no me los imagino haciendo recortables, ya que las tijeras en según qué sitios pueden ser realmente complicadas y las actividades acuáticas de los míos al final siempre, siempre empezaban jugando y terminaban llorando por alguna aguadilla.
Conclusión, yo he sido muy mala madre. No he sabido entretener a mis hijos de una manera civilizada y relajada en un lugar tan lúgubre, aburrido y triste cómo la piscina en verano.
Pero ellos son unos peores hijos porque hoy día, adultos hechos y derechos recuerdan con bastante cariño y alegría sus días en la piscina de la urbanización y eran unos enanos cuando nos mudamos de allí, lo que me lleva a la conclusión de que se divirtieron mucho y no necesitaron los recortables.
Lo de las claves del éxito para un viaje tranquilo con los niños (sin drogar) me sonó a cómo hacerse millonario en 15 días vendiendo bolitas de naftalina, compra mi libro y te lo explico.
Mis viajes con mis hijos siempre fueron bastante moviditos y nada sincronizados con el sentido común.
La niña se montaba al coche y se dormía, no importa de cuantos días fuera el viaje (sigue igual). El niño no se dormía nunca y empezaba el “cuando llegamos” antes de abrocharnos los cinturones de seguridad.
Así que como el despierto se aburre, despierta a la dormida que se pone de mal humor porque quiere dormir, por lo que tengo el doctorado:
“Desarrollo e implementación de juegos sociales en viajes, utilizando todos los elementos concretos y abstractos posibles del entorno interior y exterior de un automóvil”.
Además tengo el copyright de miles de canciones, cuentos, 30 variantes del “veo veo”, scrable con las matrículas de los coches y miles de “actividades” más.
Pues a pesar de esto, he sido muy mala madre porque mis viajes siempre fueron estresantes y todos estábamos deseando llegar.
Paramos en todas las áreas de servicios posibles y utilizamos millones de baños de dudosa salubridad y además poniendo las manos en el aro para agarrarnos, que mola mucho la cara que pone mamá y luego está fregándonos las manos con cara de asco y llamándonos de todo.
Los de la parte de atrás, entablaron discusiones que en ocasiones duraron más de dos horas de reloj y sacaron de quicio al consorte y juro por dios que sacar de quicio al consorte es tremendamente difícil.
Miles de veces se prometieron rencor eterno por no prestarse uno a otro los juguetes que habían pedido que les compráramos cuando hubiéramos llegado y que nosotros les habíamos dicho que NO, surrealista pero cierto.
Pues bien, yo no encontré esas claves del éxito ni nadie de mi entorno. A pesar de todo, hoy se puede ir de viaje con ellos con toda normalidad y no le han quedado secuelas visibles.
Tampoco acerté en lo de la “actividades divertidas” en los cumpleaños (Si tenemos que dirigir a nuestros niños para que se diviertan en un cumpleaños, tenemos un problema como sociedad seguro) porque como no me tocó crisis, los celebré en esos restaurantes de comida basura que a los niños les encantan y donde una amable señorita se dedicaba a las “actividades divertidas” que era impedir cualquier batalla de hamburguesas, patatas ó helados y conseguir que no acabáramos en urgencias con algún invitado con la crisma rota por lanzarse desde lo lato del laberinto, y mientras yo podía hablar relajadamente con las madres de los demás niños.
Es cierto que no ha sido una práctica muy saludable para ellos, pero fueron unos poquitos años, desde que son adolescentes se lo montan en el bar del pueblo a base de patatas bravas, croquetas, patatas alioli y paellita todo hecho de manera artesanal y con mucho cariño por Amparo… y nunca me lo han echado en cara, lo juro, el niño guarda con cariño todavía los muñequitos del Happy Meal (porque es como su padre, que lo guarda todo).