Cada uno tiene su propio estilo a la hora de aprender un nuevo idioma -y sino mira Tarzán, cómo poco a poco de su innata naturaleza de hombre y su limitado vocabulario basado en gruñido-suave si está contento y gruñido-a-voces si está cabreado obtuvo una variada y divertida mezcla de palabras- pero yo no soy Tarzán ni voy de liana en liana y mi reto con el inglés siempre estuvo ahí, paralizando mis ganas de progresar en la empresa, de asumir nuevos retos profesionales, la visita de ciudades de habla inglesa (un turismo con la lengua de la zona es mucho más rico) o el visionado de grandes películas o series en VOS porque tenía que concentrarme tanto para entender, leer los subtítulos y seguir la trama que lo dejaba por... intenso.
Algunas son limitaciones del día a día, otras, como la parte profesional, te hacen sentir cada día más torpe en el desarrollo de tareas sencillas mientras tus compañeros -con su Advanced bajo el brazo- tiran millas y lo mismo te traducen una nota de prensa como te cogen el teléfono de la responsable de coordinación internacional de la cuenta que estás llevando.
No hubo un hecho en concreto que me llevara a dejar mi trabajo, fueron muchos. Me gustaba mucho lo que hacía, me veía reconocida y el ambiente era muy bueno, pero el día a día me estaba mandando señales -que sólo yo percibía, claro- como aquella vez en la que el Help Desk de Europa (este ente que está ahí en muchas compañías internacionales y que nadie pone cara ni conoce in the flesh) me intentó localizar al teléfono para que le explicara en mi inglés de Potes qué le estaba pasando a mi ordenador y porqué se tragaba carpetas y documentos en respuesta a la dieta Dukan que yo intentaba hacer para estar mona para las tres bodas de ese verano. Imposible, cuando veía entrar la llamada de internacional ponía el teléfono en silencio y le decía a mi amiga Meri de recepción: ¡¡pásamelo a la sala!! que nadie me oiga hablar inglés por Dios -los españoles y nuestro complejo con este idioma, a Dios pongo por testigo que a mis hijos los voy a mandar directitos a un colegio bilingüe, ¡como si no tengo para vestirlos!-.
Rozaba el patetismo pero yo sabía cuál era mi problema y sabía que no se solucionaba yendo a más clases, Escuela Oficial de Idiomas, profe particular en casa o en el trabajo, Wall Street Institute, nada funciona cuando tienes un hándicap como el que yo tenía... ¡el miedo! Y tú dirás: anda, cómo vas a tenerle miedo a un idioma, ¡que no muerde chica, ni engorda!. ya, pero supongo que el complejo le entra a uno y ni se entera de cuando se instala en tu hipotálamo... asi que tomé la decisión, si uno le tiene miedo al agua se tiene que tirar a la piscina, si uno le tiene miedo al inglés se tiene que ir a vivir a una ciudad donde se hable inglés... y como dirían en Provincianas, nadie dijo que sería fácil esto del éxodo rural... asi que mi siguiente paso tenía que ser una ciudad aun más impresionante que Madrid, ¿Qué tal Londres? ¿Qué tal un año? -tengo novio, y aun recuerdo mi última cena con las del equipo y el run run de "las relaciones a distancia NO FUNCIONAN"- a trabajar de lo que sea (la frase más repetidas en los foros) porque me voy sin muchos ahorros pero centrando el tiro, no quiero que sea un año perdido para mi carrera profesional, asi que me planteé que como fuera, algo interesante tenía que aparecer en mi currículum.
1 de junio de 2011. Mi madre. ¿Vas a dejar el trabajo? Pero si eres indefinida, ¡y con la crisis que hay! ¿Y cómo te vas a ir a Londres? Ay Dios mio, esto es una locura piénsatelo bien que cuando vuelvas no vas a encontrar nada -ahi mi madre dandome buenos ánimos como buena progenitora y siempre poniendo a Dios como testigo para que conste en acta-. Resto del mes. Los amigos. ¿Ah pero al final te vas? Ya verás como al final no te vas... ¿Pero Silvi cómo te vas a ir? Voy a verte fijo. ¡Silvi no te vayas! 1 de julio. El trabajo. Pero, ¿estás segura? Mira Movellán que con esta idea ya llevas mucho tiempo y siempre te digo lo mismo: Currículums con inglés tengo muchos, pero eres tú a la que queremos conservar con nosotros y la que cada día hace cosas mejores para los clientes -tenía un director genial en mi empresa, como se puede entender por sus comentarios de ánimo cuando me marché-. 1 de agosto. Mi novio. Nos vamos a Paris unos días de vacaciones y de despedida. He estado pensando y me voy contigo unos meses al principio para ayudarte (mi novio habla inglés). 16 de agosto. Yo. London, there we go!
Ni siquiera fue el inglés el motivo determinante para "dejarlo todo" (¡temporalmente!). Pero tenía ese gusanillo del "ahora o nunca" o del "woow vivir en Londres estaría genial" o simplemente vivir en otro país. Temía que entrar en la rutina de seguir evolucionando profesionalmente me impidiera hacer algunas cosas que tenía en el tintero, nunca me fui de Erasmus (la idea de estar ebria 6 meses de mi vida no me llamaba cuando estaba en la universidad y prácticamente esa era la idea que transmitían los que se habían ido) y sentía que quería hacerme un Vente pa' Alemania Pepe en versión Silvia Movellán. Me vine con la mente abierta. Y aprendí muchisimo. Y sigo aprendiendo claro, peeeero...