"Este obsequio fue preparado por nuestro equipo para todas las sobrevivientes que encontráramos hoy en esta actividad. ¡Que Dios la bendiga!" O a veces terminaba con un "Gracias porque tu fortaleza nos inspira". Algunas me abrazaron, y otras dejaron caer una lágrima; pero, sin fallar todas sonreían cuando recibían el collar que consistía de una cinta y un "charm" con un símbolo de esperanza.
Así íbamos caminando entre la multitud que se dio cita para apoyar a las pacientes de cáncer de seno. Identificábamos a las sobrevivientes por la camiseta que las distinguía. Hasta que vimos una que nos impresionó.
¿Era un error? ¿Se acabarían las otras camisetas y le tuvieron que dar una de sobreviviente?
Tuve que acercarme y preguntar. "Disculpe joven, ¿usted es sobreviviente?". La niña me miró sonriente y asintió. Se me ahogaron las palabras en la garganta, el libretito que había improvisado durante todo el día me pareció insignificante. Pero era lo único que tenía.
"Este es un obsequio de nuestro equipo para todas las sobreviventes..." La niña lo tomó feliz y miraba a su mamá. Y aquella madre orgullosa que vio a su hija nacer dos veces, dos veces se alegró del regalo. "¡No te vayas! Ella tiene 9 añitos y sí, es sobreviviente, ¡y también es artesana! Ella solita hace estas pulseras rosadas para vender en las actividades. Toma esta, mira que las hace ella misma. ¡Gracias!"
¿Gracias? ¿GRACIAS? Creo que la señora estaba errada... ¡GRACIAS A USTED!
Nos retiramos de allí con la lágrima asomada, y pensando qué grandes son estas personas que logran superarse de contrariedades tan gigantescas. Cómo siguen adelante con sus vidas estableciendo metas distintas, compartiendo su historia, alegrándose con cada nuevo día.
Por ahí ando con mi pulsera, y no me la pienso quitar.
Cuando vuelva el próximo año mi camiseta leerá "corro por aquella chica que me regaló una pulsera". ¡Mil gracias a ti!