La Carrera del Glorioso.
A veces la providencia se comporta de modo extraño y auna en un mismo lugar a un fantástico buque con un no menos eficaz Mando. Es el caso del Buque de Su Majestad Católica Glorioso. Un Navío de Línea de setenta cañones capitaneado por Don Pedro Mesía de la Cerda, uno de esos nombres que no debería olvidarse jamás a un patriota español y un amante sumo de la Hispanidad. Dicho buque, hizo honor a su nombre, llevando a cabo con éxito cuatro enfrentamientos navales contra la Royal Navy y cumpliendo su misión antes de ser abordado y apresado tras sufrir daños severísimos y agotar la munición de la santabárbara. Hecho éste que, de no haber sucedido, habría dado al fondo con el Buque tras haber, de seguro, hundido a muchos más enemigos. El del Glorioso no deja de ser uno de esos casos en que se demuestra que es absolutamente mentira que la Royal Navy fuera superior a la Armada Española hasta que ésta, tocada por la inutilidad de Villenueve se hundió en la Batalla de Tralfalgar.
Dichos combates se darían, a la sazón durante la Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins, en la que tan alto y relevante protagonismo tendría el inmortal Blas de Lezo en su defensa de Cartagena de Indias, durante mil setecientos cuarenta y uno. Se podrían también encuadrar en la Guerra de Sucesión Austriaca que sería contemporánea de la acción por la cual Inglaterra, representada por Vernon, sucumbió con todo su poder naval ante Medio Hombre. Los hechos del Glorioso serían, en un país donde sus gobernantes no desearan finiquitarlo motivo de conocimiento y estímulo, por cuanto un sólo Navío español, cargado con cuatro millones de pesos de plata, sin escolta y en inferioridad táctica y de velocidad consiguió abortar las acciones de varias escuadras y fragatas inglesas con la misión de su captura. Cómo quien no quiere la cosa y cómo en un paseo militar, Glorioso logró repeler a la Pérfida Albión en Azores y posteriormente frente al Cabo de Finisterre, desembarcando su carga y enfrentando la batalla.
El Primer combate del Glorioso.
Corría el mes de Julio de mil setecientos cuarenta y siete cuando Pedro de la Cerda, comandante del buque Glorioso, navío de línea de setenta cañones realizaba el tránsito desde América a España con cuatro millones de pesos de plata. Dicho navío había sido botado cómo tantos otros grandes buques de la historia de la Armada en Cuba, más concretamente en la Habana, a la sazón en el año mil setecientos cuarenta. El astillero de la Fidelísima había botado tantos buenos buques cómo buenos hombres de mar dio la providencia a España. En torno al día de Santiago, veinticinco de Julio, el buque se encontraba bordeando la Isla de Flores, en Azores cuando en lontananza y a través de la niebla divisaron un convoy de buques británicos en viaje hacía sus colonias. A mediodía la niebla se comenzó a disipar haciéndo bueno el dicho de mañanita de niebla, tarde de paseo y el convoy se tornó amenazante a descubrirse que iba escoltado por tres buques de guerra, el navío de línea Warwick de sesenta cañones, la fragata Lark con cuarenta y un bergantín de veinte, en clara superioridad numérica y de fuego.
Sin dudar, considerando que estaban en guerra y que les iban a dar para el pelo si perdían un segundo, De la Cerda ordenó adoptar posición de combate quedando a barlovento para adoptar una posición ventajosa con vista a no poner en peligro ni las almas ni la carga de la que era responsable. Los ingleses, al vislumbrar un único navío solitario y asegurarse que andaba sólo sin posibilidad de recibir socorro, decidieron darle caza enviando en primer lugar al bergantín, que por su ligereza y poca carga daría caza al buque español a eso de las nueve de la noche, poniéndose del tráves a popa justo cuando comenzaba la anochecida. En tal posición y con poca fortuna, el barco inglés efectuó una serie de disparos que De la Cerda deció repeler desplazando cuatro cañones, dos de 24 y dos de 18 libras a la popa, procediendo a un intercambio de disparos erráticos y de poco efecto que se intercambiarían toda la noche. El objetivo del bergantín era impedir el avance español mientras el resto de la escuadra tomaba posiciones, el de los españoles de evitar que se acercaran demasiado.
Amanecida.
Tras una noche de desgaste, y siendo aproximadamente las once de la mañana, el navío de línea y la fragata estaban a un tiro de piedra del Glorioso. El comandante británico, Jonh Crookshanks, enviaría al bergantín a proteger de nuevo al convoy y optaría por acometer, a dos bandas, al goloso barco español. Éste hecho permitiría a De la Cerda autorizar un leve descanso en sus puestos a los hombres bajo su mando y suministrarles comida con vista a elevar la moral ante un combate que se preveía duro. A veces la providencia pone las cosas difíciles o las dificulta para superarse en uno mismo y a eso del mediodía un leve chubasco dejó sin viento a los españoles, manteniéndose en el lado inglés, ordenándose a la fragata Lark, más ligera dar alcance al Glorioso con el fin de ralentizar su marcha en espera de la acometida del Warwick. Hacía las nueve de la noche, De la Cerda dió ordenes de aprestarse al combate y ordenó ponerse de costado sobre la banda de estribo.
La fragata británica esperaba quizás una huída por parte del buque español, pillándole de sorpresa el hecho de que el Glorioso se aprestara a entablar combate. La falta de previsión hizo que el Glorioso pudiera disparar con contundencia acertando de pleno en un buque a medio maniobrar para ponerse de costado. El casco y el aparejo quedaron hechos cisco, pero ello fue aprovechado para la Warwick para ponerse a tiro de cañón con más previsión que su homóloga y presentar batalla en igualdad de condiciones ante un buque que ya había presentado batalla dos veces y empezaba a mostrar rasgos de fatiga. Aún así y aprovechando el viento, De la Cerda optó por virar en redondo presentando nuevamente la banda de estribor al insignia de Crookshaks, comenzando una nueva batalla al abrir fuego el buque inglés en torno a las dos de la madrugada en plena oscuridad y guiándose seguramente por los fanales de popa y las llamaradas incesantes de las batería españolas.
Fin de la batalla y segundo combate.
Una hora y media después el Warwick se batía en retirada tras perder el Mayor y sufrir severos daños en el aparejo y el casco. El Glorioso, prácticamente intacto gracias a la pericia de la maniobra, su comandante y sus artilleros, tan sólo sufrió cinco impactos de cañón en su casco que no impedian continuar travesía. Cinco muertos y cuatro heridos fueron el balance por parte española de aquella noche. Se podría haber terminado de rematar al buque inglés, pero la prudencia hacía no entretener a De la Cerda que temiendo encontrar más buques ingleses optó por arribar cuanto antes a puerto. El balance de disparos fue de cuatrocientos seis de 24 libras, cuatrocientos veinte de 18 libras, ciento ochenta de 8 libras y cuatro mil cuatrocientos disparos de fusil. El inglés, desarbolado y humillado se retiró abatido y una vez el almirantazgo tuvo noticia de lo sucedido sometió a Croonkshanks a un consejo de Guerra por negligencia que acabó con su expulsión de la Armada.
No andaría muy a la zaga el Glorioso que, a pesar de poder reparar muchos de sus daños durante la travesía, otros, más estructurales requerían de una revisión más detallada en puerto. Arribando a España tendría lugar el segundo de sus combates, cercano al catorce de Agosto al arrostrar la escuadra británica perteneciente a Jonh Byng. En ésta ocasión se enfrentaba un buque dañado, con heridos y cadencia de fuego más reducida a una escuadra compuesta por un navío de línea de 50 cañones, el Oxford, una fragata de 24, la Shoreheam y el bergántín Falcon de 20 cañones. Pese a estar dañado, el Glorioso, echando los restos y al grito de Santiago y Cierra España, que más pareciera que viera a sus hijos cercanos y decidiera echarles una mano, despachando al Inglés en apenas tres horas de combate con la perdida del Bauprés y nueve bajas, pese a lo cual mostró la superioridad del espíritu combativo español poniendo en fuga de nuevo a Byng, que se zafó mejor en el correspondiente Consejo de Guerra, siendo condecorado y ascendido.
Corcubión y continuación de la leyenda.
Sin más percances, el Glorioso arribó por fin a Corcubión, en el Finisterre, el dieciseis de agosto de mil setecientos cuarenta y siete sin perder ni una moneda de su valioso cargamento. Ello tras poner en fuga tras dañar seriamente a seis buques de Su Majestad. Quedaba claro que, aún en la cercanía de la onerosa decadencia del Imperio Español que preconizaría su caida, la potencia naval española se versaba en un buque a seis en su valor de combate y un español por veinte ingleses cómo habría quedado patente en la Defensa de Cartagena de Indias. El Glorioso entraría en los anales de la Historia Naval Española por la puenta grande junto a su Comandante, Pedro de la Cerda. En Corcubión se realizaron las labores imprescindibles para mantener navegable el buque pensando en hacer una reparación total en Ferrol. Pero el hombre propone y Dios dispone. Vientos contrarios obligaron a poner proa a Cádiz, con el peligro que suponía bordear la costa de Portugal, aliada inquebrantable de Inglaterra.
Bibliografía:
Wikipedia.org.
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