Mi madre siempre decía que inútil es una palabra muy fea (eso sí, cuando te descuidabas te llamaba gilipollas), porque todo el mundo servía para algo. Lo que mi madre nunca supo, fue que su hijo era un verdadero inútil y lo descubrí cuando tan solo contaba con seis años; el primer día que empecé el colegio. Creo que lo mejor será que empiece a contarlo desde el principio:
El primer día de colegio me metieron en una clase llena de niños como yo y una señora que tenía la misma cara que las brujas de los cuentos. Al verla comencé a llorar y la mujer, que todos los niños llamaban señorita, me cogio en brazos; yo pensaba que me iba a comer, pero no lo hizo, me sentó en una sillita rodeado de otros niños y éramos el arbolito rojo (nunca en mi vida de seis añitos había pensado que pudiese ser un árbol, pensaba que era un niño)bueno, que era un árbol y además rojo, pero no me duro mucho la alegría, pues en menos de una hora vinieron a buscarme para llevarme a otra clase donde me esperaba otra bruja que también me cogio en brazos cuando me puse a llorar y tampoco me comió. Ya no sabía si lloraba por el miedo a las brujas o por que ninguna de ellas me quería comer. Cuando me sentaron en mi mesita ya no era ni un niño, ni un árbol, era una estrella y encima verde (Jo, yo quería ser un árbol) después de un tiempo (Yo pensaba que habían pasado días, ya nunca más volvería a ver a mi madre, me había vendido a un grupo de brujas) entre pinturas y canciones que no entendía que significaban, nos mandaron al recreo y en ese mismo momento fue cuando me di cuenta de lo que era, se me había olvidado mi bollo en la otra clase y no podía ir a buscarlo por si estaba la bruja sola. Me quede sin comer, con hambre, llorando, mientras los demás niños se comían su bollo y seguramente alguno se comió dos, el suyo y el mío. Después de eso tengo algún recuerdo vago de algunas cosas, como tener que llevar el pañuelo atado al bolsillo del babi, aunque creo que era para no perder el babi no el pañuelo, comer pinturas, plastilina y cosas por el estilo. Por lo demás fue un tiempo bastante normal hasta el día que me llevaron al colegio de los mayores y allí comenzó la gran odisea de mi vida.Pero eso ya es otra historia.