Vuelves a un cuaderno de la infancia. De una infancia olvidada, o cómo mínimo, mal recordada. Eres otro y a la vez tú mismo: aún no vuelas, pero ya saltas muy alto, aún no respiras bajo el agua, pero ya buceas.
Esperas al metro a las puertas de una tarde increíble que huele a teatro y a risas, estás solo en una estación que no existía cuando una madre amantísima te compró este cuaderno allá por el 2003 ó 2004, hace ya mucho tiempo...Un cuaderno que quedó casi vacío, pues pertenecía a un niño que apenas escribía, aunque imaginaba mejor que yo.
Entra un padre joven con su hija, una niña pequeña que monta en monopatín contenta, dejándose llevar por la magia de la física, algo que ella todavía ni sospecha que existe. Puede que tenga la edad que tenía yo cuando escribí lo poco escrito en este objeto, a parte de estas líneas que ahora añado; ella tendrá muchos cuadernos similares...Pero en esta ocasión, este cuaderno está hecho de hojas del pasado que caen en un futuro otoño, el presente, en el que se presenta cercana ya la fecha que entonces, a esas edades, se espera con ilusión y que ahora, por haber crecido, por ser un falso niño, casi pasa desapercibida. Es ahora una ilusión de adulto que espero sin emoción, aunque por suerte, gracias a este fortuito encuentro,volveré a repartir Sugus.Gracias por saludarme, pequeña versión de mí mismo, y por recordarme lo fantástico que es cumplir años y caminar hacia delante