Estoy en la cárcel. Bueno creo que la forma correcta de decirlo es "Reclusión domiciliaria", concretando más, mi estado actual es el de "Reclusión habitacionaria". No me dejan salir de la habitación para nada, salvo para las urgencias del W.C. y eso con supervisión, a poder ser, dependiendo de cuántos miembros de la familia estén en el domicilio familiar en ese instante, de más de una persona.
Todo empezó, no me acuerdo del día, pero es igual, estando yo instalada en el sofá del salón, con la tele encendida, (pura tele-basura), rodeada de galletas, libros, (uno), revistas, agua, manta, en fin, lo mínimo imprescindible para que alguien en mi estado se sintiera bien, dentro de lo posible.
Me aburría como una ostra. ¡Ya me acuerdo! Fue el sábado. Yo había imaginado un finde rodeada de mis amigas, cotilleando sin parar, comiendo los bombones que seguramente me traerían, pero resulta que una de ellas se casa el próximo mes de mayo y es la más quisquillosa de todas, por lo que decidió que este sábado pasado era un buen día para celebrar la despedida de soltera. Todo porque en la última que celebramos, la novia casi se fuga. Se enamoró de un tío que también estaba de despedida y entre lo que le dieron al lerele (bebercio) y el desmadre natural en estos eventos la liaron parda. Vamos que se les metió en la cabeza que se fugaban con los billetes de ambos del viaje de novios, es decir en vez de 8 días y 7 noches en la Riviera Maya tendrían en total 16 días y 14 noches. Sólo dios sabe lo que nos costó, no ya convencerlos, sino separarlos, que parecían enganchados con super-glue, Y Pili, que es muy mirá para sus cosas, le ha dado por decir, que si le pasa algo similar, necesita tiempo para rehacerse.
En una de las miles de miradas que lanzaba sin parar a mi alrededor, mis ojos se posaron sobre las hábiles manos de la abuela. Era la única que tenía la paciencia suficiente para aguantarme, al decir de los otros. (No sé si el que esté ya algo teniente de ambos oídos tiene algo que ver) No paraban quietas, el ganchillo entraba y salía con una facilidad pasmosa lanzando brillantes destellos como si fuera una daga pequeñita y la puntilla que salía de entre sus manos era cada vez más larga.
Me imaginé una gran y hermosa puntilla blanca adornando un precioso vestido blanco, (también hecho por mí, aunque ignoro cómo) con el que mi moreno (ni a finales de verano tenía mi piel algo de color, aparte de abundantes pecas), y se lo dije a la abuela.
Bueno!!!! Lo contenta que se puso. Tiempo le faltó para salir pitando. Como es natural supuse que era para ir a buscar ganchillo e hilo, pero no, fue en busca de mi madre, para que intentara ¡¡¡NO OS LO VAIS A CREER!!!! disuadirme. Ni por éstas. Ellas tozudas, pues yo más. Total que la abuela fue la que dijo la última palabra. Traeré un ganchillo grueso y lana, así te será más fácil aprender.
Cuando regresó nos pusimos manos a la obra. Aquéllo era más complicado de lo que yo había imaginado. Cuando conseguí deshacer el nudo que se hizo sólo, palabra, de la lana, e intentaba meter el ganchillo en el lacito que decía mi abuela tenía en la otra mano (no conseguí llegar a verlo) él cobraba vida propia y no había manera, lo intenté, juro que lo hice, pero él, el ganchillo no se dejaba. Después de una media hora de sudores gritos y casi saltarle un ojo a la abuela, ésta arrancó de mis manos un desesperante lío de lana y el arma llamada ganchillo, con el grito de ¡Se acabó! y se lo llevó.
En su ausencia vino a mi memoria una cosa, que si no recordaba mal, también era del género "labores", una que me fascinaba, Era como un cilindro no excesivamente duro que mi abuela se ponía en las rodillas y apoyaba en algo, que tenía colgando unos hilos de los que pendían unos palitos que ella movía con una agilidad pasmosa y también salían unas puntillas preciosas.
Volvió la abuela acompañada de mi madre y algo que vi en sus caras me hizo entender que era mejor que me adelantara a ellas. Es decir, sacarles ventaja. Así que empecé a parlotear entusiasmada, la cara de la abuela se iba avinagrando por momentos, pero la de mi madre, ante mi enorme sorpresa, se iluminaaba.
Acercándose a mí, que me encogí por si acaso, me dio un beso en el pelo y me dijo: "Claro cariño, eso es hacer "bolillos" La verdad, sonar no sonaba muy bien, pero se puso tan contenta que yo, por seguirle la coriente afirmé: "Eso es, sí, los bolillos".
Saltando con una rapìdez que desconocía en ella se lanzó a la trampilla del altillo para ir a buscar el "utensilio". Me lo colocó en las piernas, habilitando, no me pregunteis cómo, una especie de tienda de campaña para que pudiera apoyar el cojín, así se llama el cilindro blando y empezó a explicarme con gran entusiasmo como funcionaba. La abuela se batió en retirada diciendo que ella no quería intervenir en aquella locura. Total, mi madre explicaba, yo asentía sin enterarme de nada. y la abuela, desentendiéndose, se instaló en su sillón y siguió dándole al ganchillo.
Llegó el momento, finalmente, en el que mi madre decidió que ya podía manejarme yo sola con el chisme y se fue a prepararme la merienda. Le pedí unos sandwichs calientes de jamón y queso, zumo de naranja, y yogur. Se fue tan satisfecha que daba gusto verla.
Me quedé mirando el trasto aquél y con aire de entendida empecé a mover los palitos aquellos que hacían, eso sí, un ruido pequeño pero insistente, cansino, para que nos entendamos. Me entusiasmé de tal manera que cuando quise darme cuenta estaba a punto de morir asfixiada por un hilo que no sé como dio la vuelta alrededor de mi cuello y tirara para donde tirara sólo conseguía sentir más ahogo.
A mis gritos acudió la abuela tijeras en ristre, y cortando por lo sano, me liberó. Cuando conseguí respirar normalmente, agarré el cojín y lo lancé lejos de mi con todas mis fuerzas. Mis fuerzas lo llevaron hasta la entrada del salón, justo en el momento en que entraba mi madre portando una bandeja con mi merienda.
A partir de ahí todo se vuelve muy confuso, mi madre tropezó primero con el cojín, salvó la caida con un hábil salto, que, eso sí, le hizo lanzar por los aires la bandeja y su contenido, al tiempo que lanzaba un esténtoreo grito. Con lo que ya no pudo mostrar sus habilidades saltarinas fue con los palitos, empezó una lucha a muerte con ellos, gritando desaforadamente. Mi padre asustado acudió corriendo, con lo que se unió al baile. Total los dos por el suelo hechos un cuatro.
Tanto aullido pudo con los decibelios emitidos por los altavoces de mi hermano que acercó a mirar, Pero él, eso sí, a su ritmo, sin prisas, (su máxima es: "No vayamos a hacernos daño") viendo el espectáculo en todo su esplendor.
Cuando mi abuela consiguió salir de la parálisis momentánea que tales hechos le habían provocado, acudió en su ayuda, Recogieron primero, reconozco que fueron muy listos, los palitos, y luego se acercaron a los que desde el suelo los llamaban a gritos.
Resultado: Mi padre: Esguince de tobillo (15 días de reposo), Mi madre: Esguince de muñeca: (otros 15 días).
No sirvió de nada que dijera lo mucho que lo sentía, mientras los levantaban, los llevaba, (mi hermano) al Hospital, y cuando volvieron a casa, Nada no sirvió de nada.
El silencio era tal en el salón que me entró canguelo la verdad. A todo esto regresó mi hermano, el otro, el que trabaja y tiene pelas para salir. El pobre al ver a tanta gente vendada se asustó, pero mi padre lo hizo callar y procedio a dictar setencia::
. Agarra a esa loca, llévala a su cuarto, túmbala en la cama y que nadie, absolutamente nadie la deje levantarse y salir de la habitación si no es para lo estrictamente necesario.
Intenté protestar diciendo que no tenía tele. Fue peor. Una vez en mi habitación apareció mi padre, seguido de mis dos hermanos, cargados con los tomos de La Enciclopedia que hay en todas las casas y que nadie mira nunca. Sólo dijo.
- Calla. Estudia y aprende.
Eso sí, me traen de comer y beber y si alguien me llama y no es al móbil me pasan el inhalámbrico, de momento no tengo permiso de visitas, pero mi situación es desesperada y nadie me entiende. Las veces que he intentado explicárselo a alguien por teléfono, se ponen a reir enloquecidos y yo me veo obligada a volver a mi soledad.