¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Supongo que os sorprenderá ver que he actualizado el blog después del parón tan grande que ha tenido tras mi experiencia au pair por el otro lado del charco. Le he hecho un lavadito de cara al blog sin perder la esencia (que espero que os guste) pero reconozco que no sabía muy bien por dónde empezar a escribir. Si comenzar contando el viaje que hice el último mes (en ello estoy por si os apetece hacerlo, yo, de verdad, os lo recomiendo), si empezar por la despedida de mi host family y de los niños (que también está en proceso), si hacerlo publicando entradas que ya tienen polvo y telarañas de lo viejas que son (que revisaré y actualizaré para enseñaos)...
El caso, que al final, ya que voy a retomar el blog con más ganas y tiempo que nunca, he decidido hablar un poquito sobre cómo ha sido mi vuelta a casa, a la de mis padres. Con doble casi triple mudanza incluida.
Tras la despedida de la familia, las últimas compras (que hice a pesar de que mis maletas no aceptaban ni un gramo más. De hecho, tuve que ir tirando cosas de aeropuerto en aeropuerto, todas viejas, eso sí), el viaje de casi un mes de costa a costa, la despedida definitiva de amigos y vecindario americano y de mi amiga Megan, a la que fui a visitar después de más de cinco años sin vernos (fue mi compañera americana de habitación el primer año de carrera en la residencia de estudiantes de Madrid), llegó la vuelta a casa, la de verdad, de verdad de la buena.
¿Qué hago yo en Zaragoza otra vez? Ya sabéis, si no os lo cuento, que había vuelto a España en julio para la boda de una de mis amigas. Más o menos de sorpresa. Tengo un vídeo que lo atestigua. Mi idea era mantenerlo en secreto y que todo el mundo se llevase sorpresa, pero me pudieron las ganas. Se lo conté primero a mi novio, después a mis amigas, después al resto de mis amigos, luego también a la novia (porque tenían que contar con los cubiertos del banquete y podía liarse parda, con sorpresa-susto que se hubiera llevado el día más importante de su vida) y, por último, ¡a nadie más! jaja. Quedaba todo el mundo informado.
¡Por cierto, os enseño unas fotitos del evento!
Mis padres eran los únicos que no sabían nada, y como cómplice de la locura estaba mi hermana, que era la que me iba a abrir la puerta claro, porque ¿quién se lleva las llaves de su casa a Estados Unidos cuando va a vivir allí por lo menos durante el próximo año? Primer fallo técnico.
El caso, que no me quiero enrollar demasiado en mi "primer post". Mis padres no lo sabían y se llevaron sorpresa. Bueno, la sorpresa fue parcialmente reventada por mi madre, que se olía algo, muy lista ella, y me vio bajar del taxi con los cuatro maletones en la puerta de mi casa desde su rincón favorito de la terraza (gráficamente como podréis ver más abajo, es similar a la pose de mi gata espiando por la ventana jaja).
Yo me escondí rápidamente en el portal, todo lo rápido que se puede mover una con cuatro maletas, claro. Y mi hermana tuvo que subir a casa a por dinero para pagar al taxista porque resulta que, tonta de mí, no me acordaba de que en España los taxis no siempre se pueden pagar con tarjeta. Mi hermana a la que casi no encuentro en la estación porque no tenía batería en el móvil, dicho sea de paso.
No había pensado en esto, claro, así que poco menos que tuve que ir mendigando leuros. Una señora me dio un euro en el aeropuerto, el taxista cincuenta céntimos para el carrito de Atocha y un señor muy amable (que me preguntó que a dónde iba con tantas cosas el hombre asombradísimo) me ayudó a subir las maletas del andén al taxi. Ya que, como os decía, no podía comunicarme con mi hermana porque no tenía batería en el móvil, pero hizo su aparición estelar ¡en el momento justo!
(Vuelvo al momento en el que mi hermana sube a por dinero)
Después de que el señor taxista me dijese "esto tiene que avisarlo señorita", yo me escondo, como os contaba, rápida como las balas (carcajada doble) en el portal con los maletones a la espera de que venga mi hermana. Pagamos y subimos por el ascensor a casa (que, por cierto, llevaba varios días sin funcionar pero acababan de arreglarlo, según me dijo el portero riéndose al verme con semejante cargamento maletil). ¡Imaginaos el panorama si tengo que subir andando!
Llamé a la puerta mientras mi hermana empezaba a grabar con el móvil tal momentazo. Abrió mi padre, canté un: ¡¡Sorpresaaaaaa!! Nos miró fijamente, estuvo como dos segundos sin mediar palabra, y... ¡¡No dijo nada!!. Al verme mi gata maulló, entiendo que fue su mensaje de "bienvenida a casa de nuevo", y al poco volvió a maullar, esta vez entiendo que su mensaje fue otro: ¿dónde narices has estado y por qué me abandonaste con esta gente? En ese momento me vino a la mente que podía haber pasado el año tal como así:
Entré al salón para ver a mi madre y dijo: ¡¡Ya lo sabía yo!! ¡¡Ya lo sabía yo!! Y se echó a llorar. ¡No os cuento más! ¿Queréis verlo?
¡¡¡Dentro vídeo!!!
Perdonad por la calidad del audio y de la imagen :)
¿Qué os parece el panorama? Estoy segura de que mi madre me agradecerá eternamente que haya hecho público este vídeo, no por ella misma, si no por el cuadro de salón con revistas y sábanas por todas partes para evitar que Chloe acapare todo el territorio... jaja
Y con esto ya me despido por hoy para no hacer el post muy largo peeero os adelanto la foto principal del siguiente post, donde os contaré qué estoy haciendo ahora, el porqué de mis mudanzas y qué sentido tiene esta habitación, cómo fue mi vuelta a casa definitiva, a qué nos enfrentamos cuando volvemos de nuestra experiencia au pair y... ¡mucho mucho más!