Hay algunas canciones que trascienden incluso a sus propios autores. Canciones capaces de ser cantadas en varios idiomas, por muchos cantantes, interpretadas de forma instrumental, de una y mil maneras y seguir siendo las mismas, más allá del tiempo y los géneros musicales.
Hay también compositores que trascienden el género al que pertenecen y se insertan en el gusto popular de un continente y más allá. Compositores tan auténticos que dejan de pertenecer a un estilo musical y crean el propio, que luego es seguido por muchos como forma de exaltar su genialidad.
A mis siete años, a principios de los 80s, poco podría haberme imaginado el larguísimo viaje que me llevaría, a saltos, por entre cantantes, estilos y versiones de una misma canción. Sin embargo, a esa corta edad una canción logró cautivar mi atención con su rítmica particular y cadencia pegajosa, desconocida para mí hasta ese entonces.
La primera vez que la escuché estaba sentado frente al televisor. La imagen de un hombre y dos mujeres, paseando en una carreta halada por un caballo, sobre un camino a cuyos lados podían verse otros ejemplares de ese bello animal, aparecía acompañada de un fondo musical, instrumental, predominado por trompetas y trombones, mientras un coro de voces masculinas y femeninas tarareaba las estrofas y cantaba en español los coros.
Dos o tres años más tarde la escuché por el hilo musical en la radio. En esa ocasión, una voz masculina cantaba la letra completa, sobre la base de un arreglo, que sin dejar el estilo propio de la canción, se acercaba a la balada romántica de esa época.
Mi sorpresa fue grande cuando a ritmo de rumba flamenca volví a escucharla en el disco de una agrupación francesa, que cantaba mitad en francés mitad en español, que la usó como base de la canción que los llevó a la fama en la frontera de los 80s y 90s.
Mi capacidad de imaginar canciones en diversos ritmos fue superada nuevamente al escucharla, esa vez, sobre una mezcla de su ritmo original y los compases inconfundibles de la música cubana, cantada por una voz femenina, dueña de un sabor y tumbao insuperables.
Algunas otras versiones, igual de originales y sorprendentes, fueron pasando frente a mí con el transcurrir del tiempo hasta que un día, hará unos cuatro o cinco años, me encontré de golpe con su origen (los llanos de Venezuela) leyendo una página sobre música folclórica latinoamericana, en internet.
Leí el título de la canción y seguidamente el nombre de su autor. Dos canciones más saltaron entonces a mi memoria, como impulsadas por un resorte, escapándose del semi-olvido en el que suelen encerrarse, sin quererlo, las cosas que conocemos a medias.
En la primera, el canto de una flauta, imitando el silbido de un hombre, es llevado a través de los llanos por el viento que corre libre por las planicies. Un grupo de clarinetes juega a marcar el paso de un hombre sobre su caballo, transitando la llanura. El llanero canta y cuenta, con voz suave, sus recuerdos y cavilaciones.
En la segunda, cinco voces masculinas cuentan la doble traición que sufre un hombre a manos de su esposa y un amigo. Las cinco voces se entrelazan, se contrapuntean en tresillos, seisillos, corcheas y fusas al mejor estilo coral venezolano.
Y entonces un nuevo mundo diverso de ritmos, sonidos y metáforas se abrió ante mí, mas no fue sino hasta mi arribo residencial a Venezuela, hace exactamente tres años, que entendí con total claridad la magnitud e importancia dentro del mundo musical venezolano, continental y mundial del aporte de uno de los personajes más emblemáticos y queridos de este país: Simón Díaz, llamado cariñosa y respetuosamente por todos: Tío Simón.
Simón Narciso Díaz Márquez nació el 8 de agosto de 1928 en el pequeño pueblo ganadero de Barbacoas, Estado Aragua, Venezuela. Inmerso en la música y vida campesina desde niño, gracias a su padre, quien tocaba el cornetín en la orquesta del lugar, Simón aprende a tocar el cuatro y a componer boleros.
Desde pequeño tuvo la habilidad de improvisar coplas y tonadas sobre su diario vivir, hechos que marcan su existencia al grado de dibujar a su país de forma íntegra a través de sus canciones.
A sus diecisiete años, Simón forma parte de la Orquesta Matamoros en San Juan de Los Morros, en la que se inicia como asistente y en poco tiempo llega a convertirse en su vocalista.
En 1949 decide mudarse a Caracas para estudiar durante seis años en la Escuela Superior de Música, en ese entonces bajo la dirección de Vicente Emilio Sojo, uno de los mejores músicos venezolanos de la historia.
A mediados de los años 50, Simón Díaz era conocido a nivel nacional gracias al programa radial: El llanero, en el que mezclaba humor y sus primeras composiciones, espacio por el que Díaz comenzó a gozar de popularidad
La popularidad alcanzada lo lleva a participar en teatro, cine y televisión, teniendo en esta última una excelente acogida por parte del público venezolano. Su carrera en ese medio comienza en 1960 y termina en la década de los 90s. Durante ese período produjo y condujo doce programas televisivos, de los que destaca: Contesta por Tío Simón, programa dirigido a educar a los niños acerca de la música y folclore venezolanos.
Su carrera discográfica es copiosa, llegando a grabar poco más de setenta discos, entre sencillos, LPs en estudio y en concierto y recopilaciones, durante su carrera artística de casi sesenta años. Su primer álbum LP fue editado en 1964 con el título: Parranda Criolla, y el último en 2005 llamado: Mis canciones, My songs.
Gracias a su trayectoria y valioso aporte a la cultura musical y tradicional venezolana, Simón Díaz recibió el Premio Grammy Latino por su carrera musical (Lifetime Achievement Award) en 2008.
Simón Díaz es reconocido a nivel mundial gracias a su canción Caballo viejo, grabada por primera vez por la cantante venezolana Mirtha Pérez a finales de los años 60s. A esa primera versión la han sucedido un número superior a las trescientas versiones, grabadas e interpretadas por cantantes como Celia Cruz, Julio Iglesias, Mercedes Sosa y Plácido Domingo entre otros, así como en versiones instrumentales como la que hiciera en 1983 el reconocido músico y director de orquesta estadounidense Ray Coniff; fue esa la versión que escuché como fondo musical del video, cuyo paseante era el mismo Ray Coniff. La primera versión de Caballo viejo grabada por el propio Simón Díaz se realizó en 1980 como parte del disco: Golpe y pasaje.
Otra de las canciones de Simón Díaz que goza de gran popularidad es: Tonada de Luna Llena, grabada originalmente en 1974, perteneciente al disco Tonadas, de este artista. La versión que yo escuché por primera vez de esta canción fue la grabada por el compositor y cantante brasileño Caetano Veloso en su álbum Fina Estampa, editado en 1994.
La tercer canción que conocí del Tío Simón fue Mercedes, cuya versión original fue grabada por el mismo Simón en 1980, también del álbum Golpe y pasaje, y la primera ocasión en que la escuché, a cinco voces, pertenece a la agrupación argentina: Quinteto Tiempo. Gracias a un buen amigo de estudios musicales obtuve esa versión, mas no me fue posible nunca conocer los datos del disco al que esta versión pertenece, así como su año de publicación.
Así pues, llego a una nueva estación de mi viaje por la música de Simón Díaz. Seguramente esta no es la última, pues con alguna frecuencia voy escuchando nuevas canciones, para mí, en las que se puede sentir el palpitar de un pueblo hecho canción.
Ahora voy a dejar para ustedes las canciones de las que he hablado hoy, en sus respectivas versiones. Por el orden: Caballo viejo, en su versión instrumental por Ray Coniff; Tonada de luna llena, interpretada por Caetano Veloso; Mercedes, en su versión con el Quinteto Tiempo y, a manera de homenaje ahora que arribó a un nuevo año de vida, dejo también al propio Simón Díaz cantando su Caballo viejo. ¡Espero lo disfruten!