Homosexuales en el siglo xxi

Publicado el 29 agosto 2010 por House
En cierta ocasión, leí en un diario de las Islas Canarias que anualmente una media de ocho personas eran expulsadas de su hogar por sus propios padres por el mero hecho de manifestar su homosexualidad.
Resulta muy común escuchar chistes, frases despectivas e incluso agresiones físicas por un hecho tan bello como resulta manifestar sus sentimientos públicamente. En muchas ocasiones estos ataques proceden de instituciones (vease Vaticano por ejemplo). Llegados a este punto me gustaría preguntar muros adentro de la Plaza de San Pedro en Roma en qué argumento se fundamentan para tachar a las parejas homosexuales de nocivas o inmorales. Desearía igualmente refrescarles la memoria y devolverlos varios siglos atrás para que recordasen si Jesús de Nazaret hizo distinciones de personas por su condición humana?
Volvamos al siglo XXI. El colectivo homosexual se merece todo el respeto del mundo entre otros muchos motivos porque, en primer término son personas con sentimientos, y en segundo lugar en muchas ocasiones se ven obligados llevar su homosexualidad en la más absoluta discreción y soledad por el temor al qué dirán.
Creo que ya está bien. Basta de becerros de oro amparados en no sé qué puñetera doctrina para ofender a este colectivo. Ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre, y nadie debe rasgarse las vestiduras por ver una pareja de homosexuales manifestar su amor a plena luz del día. Considero una vergüenza nacional el hecho de que unos padres expulsen a su hijo de casa por haber manifestado su homosexualidad. Es un error gravísimo y de consecuencias incalculables.
La homosexualidad no es un vicio, que se enteren bien. Nos llenamos la boca de democracia y libertad, de tolerancia y respeto a los derechos humanos, de solidaridad y justicia. ¿Pero estamos seguros de ello? Desde el instante mismo que aislamos en nuestra propia sociedad a personas por manifestar una inclinación sexual distinta a la nuestra, no somos coherentes con nosotros mismos ni estamos en condiciones de exigir. Si no somos capaces de respetar y tolerar, ¿cómo podemos demandar consideración y compostura hacia nuestras personas?