En esa hora en que los pasos resuenan
recogiendo una ausencia en un retazo de mi ansiedad,
en esa hora en que me bebo el reflejo que destila un recuerdo de aire,
un suspiro que se perdió en la magia de la noche
mientras mi mente vagaba por los versos,
esos versos que nunca leerán sus ojos,
esos que se desgarran sobre mi pecho;
en esa hora en la que me habita el alma,
en la que el último hálito del día crea un dios que no elegí
y al que me debo,
esa hora de distancias, de presencias,
de infinita entrega del espíritu que se abre a su destino
y en su destino perece.
La hora excéntrica.