Horrorizada. Asqueada. Defraudada.

 Acababa de cenar. Fajitas y Coca-Cola cero. Era una persona satisfecha y feliz, con todas las necesidades cubiertas. No me gusta la televisión pero mi madre siempre la tiene puesta. Es una de esas personas que pasó del bullicio de la ciudad al pueblo silencioso y tranquilo y nunca ha logrado acostumbrarse. Supongo que escuchar el run run de la caja tonta mientras cocina, plancha o friega los cacharros suple la falta de algarabía ciudadana. 


 En fin, que estar en el salón de mi casa conlleva tragarse lo que quiera que estén emitiendo a esas horas por televisión. Por suerte o por desgracia para mí, mientras yo disfrutaba de mi cómodo sillón reclinable, era la hora del noticiario. Que si ETA anuncia el cese definitivo de la lucha armada, que si Carla Bruni ha tenido una niña, que si Muamar el Gadafi ha muerto… Nada por lo que mereciera la pena despertar del agradable sopor en que me encontraba. Hasta que me  han hecho tragarme el video en el que un Gadafi indefenso, herido y lleno de sangre es insultado ,vapuleado, vejado y finalmente asesinado ante nuestras narices por una manada de perros rabiosos respaldada por la OTAN (gracias PSOE). Por una muchedumbre embriagada de violencia que grita y ríe mientras la sangre resbala por sus manos y el cuerpo sin vida de quien hasta no hace mucho paseaba por España de la mano de nuestro “querido rey“ , va de mano en mano cual trofeo de liga de futbol. 
 ¿Pero hasta donde vamos a llegar? ¿De verdad somos capaces de cenar mientras contemplamos  impasibles el asesinato de un anciano por televisión? ¿Y los derechos humanos? ¿Y el derecho a un juicio justo? Nadie merece ese final, nadie.  Yo no se si existirá un dios pero si existe debería plantearse seriamente el mandarnos otro diluvia universal y acabar con todos nosotros porque lo único que estamos demostrando los humanos día tras día es que somos la mayor basura que pisa la Tierra.