Hoy, aquí y ahora.

Publicado el 10 julio 2014 por Marga @MdCala


Hay cosas que siempre funcionan entre las personas, y una de ellas es expresarse con absoluta sinceridad y claridad en cuanto a los sentimientos y opiniones propios. Prueba de ello es el éxito social que han adquirido unas declaraciones de principios que la mayoría puede compartir, como son las de la periodista y escritora Ángeles Caso y la actriz Meryl Streep. En ellas se deja claro qué es lo importante, qué es lo que se espera de la vida (a ciertas alturas de esta), y qué no se desea soportar ya. Con qué te quedas y de qué prefieres abstenerte.
Como parte de mi particular terapia y siguiendo precisas indicaciones, me gustaría resumir mi declaración de intenciones y rechazos. Es lo que pienso, y no daré explicaciones posteriores.
Hoy, aquí y ahora, me siento distinta. Distinta a la mayoría, pues no comparto opiniones, sentimientos y fanatismos reiterativos de muchos de ellos. No entiendo el gusto único, la afición única, tan docta, arrogante y prepotente. No comparto el deseo de prohibir, salvo la agresión declarada a personas y animales. No entiendo la prioridad al gato, al perro o al guacamayo. Detesto la grosería, la vulgaridad, la envidia, la mala intención y el victimismo. Me sorprende la incoherencia de la falta de memoria, tan divertida a veces. Alucino con las creencias religiosas, pero intento respetar la ingenuidad de la gente y su necesidad de asistencia, excepto cuando esas supersticiones se convierten en Ley para todos. Soy tolerante cero con la hipocresía y el engaño, y de ahí que conserve pocas amistades y compañías,  y me abra aún menos a las nuevas. Me asquea la doble moral y la mentira oculta tras un falso velo amoroso. No entiendo a los seres queridos desaparecidos en combate y sin carta de despedida, pues sin valor y sin palabra somos menos que nada. Recelo, por experiencias acumuladas, de las cuchipandis, de las tertulias cerradas, de las semisectas y de los grupos reunidos para el despiece ajeno, se llamen como se llamen. Abogo por la nobleza de la reconciliación si esta es real y sentida, por el orgullo desarmado y por la inteligencia del fallo asumido. Admiro a las personas valientes, honestas, sencillas y alegres, que saben valorar la vida propia y la de los demás, respetando y entendiendo. Y sueño, desde la humildad de quien no se cree superior pero tampoco menos que nadie, con no sentirme tan distinta algún día…