Esta mañana casi me atropellan. Salí de mi coche y, lo reconozco, sin mirar me dispuse a cruzar la calzada cuando sonó una pita que me dejó petrificada en el sitio. Venía un coche y el conductor tocó el claxón para evitar una desgracia. Cuando me percaté de mi error, le hice señas para que continuara la marcha. Hasta aquí todo correcto. Mi sorpresa llegó cuando el susodicho comenzó a gritarme como un energúmeno.
¿Qué pretendía? ¿Qué le besara los pies y le prometiera amor eterno por salvarme la vida? No lo sé, pero la realidad, es que a partir de ese momento todo fue surrealista. Él me gritó y yo le grité a él, hasta que decidió volver a pisar el acelerador.
Entonces pensé cómo es posible que haya personas que al volante se transformen de esa manera (imagino que no será siempre así). No entendí, por qué, en lugar de contin