Harry Tsappas, un ingeniero y fotógrafo aficionado, estaba dando una vuelta con su cámara, por un parque e Richmond en el suroeste de Londres, donde abundan los ciervos y los cuervos, cuando puedo captar unas fotos, de los más sorprendentes y que seguro os arrancarán una sonrisa y que yo os voy a interpretar.
El ciervo de la historia, iba caminando plácidamente con su manada, por Richomd, sin darse cuenta que era observado por los cuervos en especial, por uno que no le quitaba sus vivarachos ojos de encima, y que en cuanto se pararon, , aterrizo sobre su cabeza, como si de una rama se tratase.
El ciervo en ese momento pensó y seguro le comento a algún colega “hoy me noto la cabeza pesada”, pero al mirar hacia arriba, se dio cuenta, de que el peso era un cuervo, que llevaba, cual peineta en un moño.
Pero la intención del cuervo, no era decorarlo, en plan peineta, si no de comerse los parásitos, que anidaban en su cabeza y que constituyen un suculento manjar para ellos, al tiempo que un incordio para los ciervos.
Así que lo dejó allí plácidamente, que se alimentara, hasta que cuando creyó, que ya estaba bien, de ser el desayuno del pájaro, lo desalojó de su cabeza con una sacudida y siguió con su vida normal, y como si se hubiese tomado una aspirina, seguro pudo decir aquello de “ya no me siento la cabeza pesada, ¡que descanso!”.