I love you, I miss you. ¿Cómo se vive el amor en India?

Publicado el 07 septiembre 2012 por Gialuxa @viajerasoy

Mumtaz Mahal, murió repentinamente al darle su decimocuarto hijo al rey Shah Jahan, y lo dejó en la más absoluta desolación. Él en memoria de su amor, construyó el mausoleo Taj Mahal, para ofrecerle el palacio y reconocimiento que ella nunca tuvo en vida. Fueron veintidós años de construcción, y dicen que él, contemplaba el Taj Mahal desde su guarida el Fuerte Rojo, y nunca nunca pudo olvidarla…

Una angelita por ahí me dijo que quisiera nacer de nuevo para casarse con un hindú; las hondureñas ya los comenzaron a olvidar, como que siento que asumieron que es imposible; la nicaraguense lo más probable que este extrañando en su celular la pila de mensajes que le enviaba el obsesivo admirador secreto; y yo ya ni sé que pensar, como que siento que mi amorcito me mando a freír monos al África, si yo sé que igual me quiere y se le va a pasar. Nadie nos dijo que esto sería fácil, bueno y si nos hubieran advertido, lo hacemos igual.

Cuando la Anita conoció al Arun (uno de los mejores representantes del género masculino por cierto), no se la creía, y estoy segura que hasta el día de hoy duda de si esto fue real. Aparte que el hombre era tan guapo, ella se había acostumbrado a estar con puros cipotes (lenguaje poco coloquial para llamar espantosos en todos los sentidos a los hombres de su país, Honduras).

Y como no, si aparte que era un amor de hombre, tenía un cuerpo de los dioses, y a pesar de que la Anita pasó por un periodo de confusión donde le empezó a gustar otro indio, quien lamentablemente no hablaba inglés ni español, y la única frase que repetía al celular constantemente era “Anaaaa Anaaaa” (lo gracioso es que el hombre porfiado insistía en llamar), al único que se llevó en su corazón fue a Arun.

En mi caso nadie me gustaba, sólo el casero de los limones, que harta rebaja me hizo, pero finalmente cuando uno menos se lo espera terremoto en mi mundo y estrellitas de colores. Lo vi a él, al sikh, tenía una cara de ángel, y su cabeza cubierta por turbante de siete metros de largo que usan los de su religión para cubrir su largo cabello, el cual jamás es cortado porque simboliza espiritualidad.

Si era igualito a Jesús, lleno de bondad y buenos modales, justo lo que andaba buscando, un principito caído del cielo para santificarme. Pero había algo, era como un amor imposible, al más puro estilo Romeo y Julieta, vivía lejos, ni siquiera podíamos ser novios, y debía ser todo era a escondidas.

Mister Big, el amigo de Arun le dijo desde el primer día como eran las cosas a mi otra amiga la Sofía. Que su madre elegiría a su esposa, que su amor era temporal y secreto, pero que nada impedía que pudieran estar juntos, si al final era puro amor lo que sentían. Y a pesar de que lo trataron hasta de gay por recibir piropos de otro hombre y agradecerlos, el seguía ahí como un perrito faldero detrás de la susodicha.

Y cuando digo amor, créanme que estoy hablando en serio, porque es realmente imposible no enamorarse de ellos. Su personalidad es completamente distinta a la de la mayoría de los hombres que he conocido, si son como niños que lo único que quieren es cariño. No esperan meses para decirte que te aman, a veces se les pasa la mano claro, y algunos te lo dicen al otro día de conocerte, pero en fin yo les creo, eso es lo que sienten y lo DEMUESTRAN (no como otros), y también claro, porque saben que ese peligroso amor, tiene fecha de vencimiento.

Ni siquiera me voy a molestar en hablarles de sexo, asumo que saben de donde proviene ese librito mágico llamado Kama sutra donde se muestran las 64 artes de amar, así que por supuesto como buenos indios saben perfectamente lo que hacen. Incluso el más inocente lo lleva en su código genético.

Hubo un momento que me sentí celosa de ellas, las indias, de saber lo afortunada que eran al tener a esos principes, pero después recapacité, y me di cuenta que no es todo oro y estrellas, porque a veces ni siquiera ellas pueden elegir al que de verdad quieren, y se ven obligadas en aceptar los requerimientos de su familia.

Llegó el día de las despedidas, y mi sikh arrancó de su casa, viajando ocho largas horas sólo para decirme lo mucho que me amaba, y yo, nunca en mi vida había estado tanto tiempo hipnotizada mirando a nadie ni nada (!ni siquiera veo tele!), y no era sólo una cosa física o emocional, para mi era mucho más. Había dejado de creer en el amor, y me dedicaba inconscientemente a jugar en vez de amar, desde hacía ya más de dos años.

A las hondureñas les pasó algo similar, y ahora creen que no es tan imposible como creían encontrar al amor de su vida, si al final los hombres no son tan sinvergüenzas y cipotes como ellas dicen, estoy segura que hay uno por ahí que esta hecho a nuestra medida.

Siempre dije que si tenía que viajar a la China para estar con mi media naranja lo haría, y quién sabe, porque hay algo me asegura que lo volveré a ver, y no quiero perder los sentidos, pero las últimas circunstancias me han hecho confirmar que como dijo mi quedísimo Friedrich Nietzsche “Siempre hay un poco de locura en el amor. Pero siempre hay también un poco de razón en la locura”.