¿Identidad apolítica?

Yo me llamo horas y horas desde que me despierto hasta que me acuesto,
mi nombre no importa al cuento porque hablo de teléfonos, me pregunto,
me respondo y me contesto, siempre desde un número secreto. Me doy
un apellido ajeno y me lo quito de nuevo contento de no tenerlo. Me pongo
apodos, me digo motes, me voy y vengo y hasta el alias me lo creo. A mí
me dicen bisiesto porque en las tarde de sueños hago de duende despierto;
y el año me lo paso escribiendo, pues de destierro están hechos mis deseos.

De donde vengo presiento que vieron con mi nacimiento la implosión de
un vientre abierto en pozo ciego. Y al aire crecí corriendo, cayéndole atrás
al miedo y recordando que siento el mismo que los hombre fieros. Nadie
me calla, pues nada acalla al alfabeto cuando decide con palabras contar
las letras en versos. Digo que gris se ve el cielo, cuento los pétalos sueltos,
vuelvo a este suelo mordiéndolo y me contemplo sonriendo. Alzo una
mano y empino de frente un dedo; y sin que nadie me lo impida, lo penetro.

Yo no pego, yo no sedo y no creo en los gobiernos pues no tengo. Solo
acepto a quien electo no delega compromisos y dirige sobre fundamentos
éticos, políticamente correctos. Yo que bebo ya no creo que en mi país se
viva abstemio, pues las penas en alcohol se ahogan sabiéndolo. Y no leo
la versión que conocemos, pues no creo que el papel sirva de ejemplo; si
ataduras le rompemos al convenio. Con los genios que debemos, pues
cuando la cólera explota nuestros huesos; en nuestras caras la vemos…

¡Y lo siento, pues el tiempo anda derecho y no me es difícil entenderlo!

Tengo papeles y no tengo, porque los boto cuando no los quiero. Y soy
apolítico, invertido, pues cuando intento confesarlo no me creo. Ya que
mi identidad está hecha de compromisos cumplidos que alientan los
desconsuelos del pretérito; y de otros que incumpliré, si no son serios
y al calcularlos me enredo. Y de cruel recuerdo, de enemigos, de cariño
y de amigos de mi estilo extrovertido, vengo haciendo mi destino desde
niño. ¡Soy apolítico, lo repito, pero utilizo en cada sitio el mismo himno!

Y tengo dos pasaportes pero ninguno utilizo, uno con el sello vencido
porque me importa un comino hacerme un camino empírico y andar por
mis nuevos rumbos sin complejos. Y el otro, con su cuño cíclico corrido,
pues la tinta de rodillas no procura beneficios. Y yo no pago maderos
podridos convertidos en documento para puercos, si al fin y al cabo mi
destierro no lo vendo; ni lo cambio, ni lo presto, ni lo apuesto. Ni lo niego,
porque es divino y creativo; y da brillo al conocerlo, como muestro.

Y ya ni voy a mí pueblo a hacer de ciervo en el Olimpo de lo prometido
en viejos libros de texto; ¡y no extraño si no vuelvo, pues no celo…!

Porque de identidad convencida en cada verso que lego, están hechos
mis conceptos y preceptos. Y porque de Humanidad mis pensamientos
están llenos y eso tienen que entenderlo, pues con humildad el talento
inmune al fuego, hierve homérico. Y se vislumbra eterno cual florero
repleto de Milsueños ebrios, que florecen mi verde cantero susurrado
por mis abuelos que hoy ya han muerto. Y mis padres que están lejos,
defienden mi condición de ser libre; aunque me llamen el extranjero.

Yo no quiero pasaportes del infierno; y aquí os los entrego. Pues los
apolíticos nos imponemos modelos, que siempre sirven de ejemplos.

Picture Tony Cantero Suárez by Yoni Rivadeneira