Intermitentemente, el frío me perfora los huesos;
mi apaisado dolor se expande por la ínfima calidez
de las sábanas arrugadas bajo mi cuerpo;
las luces me cegan y la sangre discurre por lo tubos que me cuelgan.
Qué pasó? No recuerdo nada.
Un sudor frío, una fiebre que me carboniza las entrañas
y la mirada desesperada de los que me cuidan,
sus sonrisas grisaseas de llantos sin lágrimas,
mi respirar lento y sufrido, mi pecho oprimido por las bendas,
el olor a pastillas y la indiferencia de la morfina.
Las nauseas que me sacuden el suelo
y la muerte sentada a mi lado, me acaricia el cabello.