Aún perdura el eco de risas de los abuelos de Ogimi, canciones al son de palmas cantadas en buena compañía, celebrando, siempre celebrando y riendo.
Tengo aún la imagen de los yanbaru de Okinawa de un verde imposible, con el olor de la humedad flotando al rededor y las siluetas de abuelillos caminando tranquilamente de un lado a otro, sin demasiada urgencia pero a la vez sin pausa.
No, no es que me haya ido de viaje de fin de semana.
Más bien me he pasado las últimas horas atrapado entre las páginas de Ikigai, el último libro de Héctor García y Francesc Miralles, uno que se va a convertir en el regalo que pienso hacer a todos mis amigos/familiares para las siguientes fiestas.
La cosa es que ayer, por motivos que no vienen a cuento, tuve un día no muy bueno (un día de mieeeeerda vamos).
Afortunadamente tengo gente en la que puedo contar para aguantarme cuando estoy de mal humor y ayudar a levantarme cada vez que tropiezo.
Uno de ellos es Rodrigo, a.k.a Zordor, que al ver la mala energía que me venía rondando últimamente me pasó el relevo del Ikigai que le entregó Héctor aquí.
Estuvimos charlando un poco más y al rato nos despedimos.
“Vamos a ver que es esto del Ikigai del Kirai” pensaba mientras esperaba la Yamanote en la estación de Meguro… y al llegar a Shibuya (3 estaciones) mi mal humor había desaparecido y ya estaba completamente enganchado.
Héctor es otro de esos amigos de los que hablaba antes. Y es un tío que, a pesar de que crees conocerlo, siempre se las arregla para salir con una genialidad nueva que ni veías venir.
Este libro es una de ellas.
Leer Ikigai me ha recordado muchas conversaciones que hemos compartido paseando por Tokyo, y me sorprende que el libro transmita tanta familiaridad desde las primeras hojas.
También creo que Francesc ha hecho un trabajo increíble domando su lenguaje ingenieríl, cargado de datos, convirtiéndolo en una lectura que simplemente atrapa.
Ikigai (生甲斐) se traduciría por algo similar a encontrar el propósito de la vida o la búsqueda del sentido de la misma.
Esto que puede sonar muy profundo o tal vez demasiado trillado, viene explicado de manera muy sencilla y a la vez muy clara a lo largo de las páginas del libro, que sinceramente se hace corto!
Y creo que aquí reside uno de los éxitos fundamentales de esta obra. Dejar esa sensación de querer más.
Me ha despertado las ganas de aprender más y de buscar una forma renovadas de vivir cada día. Por suerte, podemos encontrar unos cuantos consejos y herramientas para dar los primeros pasos en busca de MI ikigai.
Uno de los efectos secundarios tras leer el libro de los que me he dado cuenta, es un exceso de consciencia.
De pronto comienzas a descubrir en cada misma escena cotidiana detalles que siempre han estado ahí y en los que no habías caído hasta haber dedicado 5 segundos a ser consciente del momento.
Ikigai hasta programando!
Me ha refrescado varias cosas de las que he hablado en ocasiones anteriores. Aprovechar el momento, mantenerse activo, eliminar el ruido y la negatividad a tu alrededor, y ser consciente en todo momento de que cada segundo de nuestras vidas es irrepetible y valioso.
Sabéis que? antes me equivocaba diciendo que no me he ido de viaje. Lo cierto es que si que he comenzado uno, pero no me ha hecho falta salir de Tokio. Es un viaje interior.
Y es una ruta increíblemente gratificante de recorrer