Nada menos que el 30% de la energía que se consume en las oficinas se destina a la iluminación. En las viviendas, el porcentaje es algo menor, cercano a un 20%. A la vista de estas cifras podemos deducir que la iluminación es uno de los mayores frentes abiertos del Consumidor en cuanto al ahorro de energía.
Estos porcentajes podrían ser mucho menores, siempre y cuando elijamos cuidadosamente el estilo de iluminación de los espacios de la vivienda, y cuidemos el tipo de luminaria y bombilla más acorde con cada uno. De esta manera, se puede ahorrar entre un 25 y 75% de la energía.
Para apreciar la magnitud de estas cifras podemos hacer la siguiente consideración. Un director general de una gran empresa (y esto es válido para cualquier parte del mundo) se dirige a la asamblea anual de accionistas y anuncia:
“Señoras y señores, me complace informarles de que gracias a que la dirección de nuestra empresa se preocupa constantemente por el valor de sus acciones, hemos logrado reducir los costos de explotación en un (póngase aquí cualquier cifra entre 25 y 75%), y todo ello manteniendo el mismo volumen de producción”.
La asamblea se pone en pie lanzando vítores al héroe, exigiendo para él el premio Nobel, el Pulitzer, el Oscar o lo primero que se le pase por la cabeza.
Querido lector, sólo un 25% ya sería un logro extraordinario en cualquier ámbito económico: ¿por qué no en sus propios gastos domésticos?
A continuación les vamos a dar unos cuantos consejos para que usted pueda darse a sí mismo ese Oscar con el que tanto ha soñado.
Lo primero es saber qué tipo de bombilla sería el más adecuado para cada ambiente. Dado que existe una gran variedad de tecnologías, tonos y temperaturas del color de la luz emitida, hay que determinar dónde se van a colocar para elegir entre ellas.
Lámparas incandescentes. Son las típicas bombillas antiguas que tenemos en casa desde siempre. Producen la luz calentando un pequeño filamento hasta la incandescencia. El encendido es instantáneo y la tonalidad es cálida; además, son baratas. Sin embargo, su rendimiento es bajísimo: el 95% de la energía que producen se disipa en calor, además de que su duración es muy baja.
Lámparas halógenas. Son las dicroicas redondas que solemos ver empotradas en los techos. Habitualmente necesitan un transformador de 12 voltios, y suelen ser muy potentes.
Los últimos modelos tienen un rendimiento 50% mayor al de las incandescentes. Como estas, su encendido es instantáneo y la tonalidad es cálida; sin embargo, los últimos modelos de halógenas tienen hasta un rendimiento 50% mayor, además de ser menos voluminosas. Por otro lado, su precio y duración es ligeramente más elevado.
Tubos fluorescentes. Se basan en una combinación de gases inertes y sales que emiten luz con el paso de la energía eléctrica. Tienen igual potencial lumínica que las incandescentes, pero consumen un 80% menos, ya que el calor generado es mucho menor; además, duran como promedio 14 veces más.
Su encendido es progresivo, pero un número elevado de encendidos contribuye a su deterioro, por lo que es recomendable para lugares donde la luz permanezca encendida muchas horas.
Producen una luz difusa, de claridad uniforme, y existen modelos que reproducen aceptablemente los colores naturales. Dentro de estos, existen distintas tonalidades de luz, cálidas y frías, lo que ayuda para escoger correctamente en función del lugar al que dan servicio.
Bombillas de ahorro. Emplean la misma tecnología que las fluorescentes, pero son de menor tamaño, y tienen las mismas ventajas e inconvenientes que éstas. Su duración es unas 8 veces mayor que las incandescentes.
Al igual que las fluorescentes, no son recomendables para sitios donde se encienda la luz muchas veces o donde la luz permanezca encendida poco tiempo: para estos casos, deberían usarse lámparas halógenas de bajo consumo.
Y aquí van nuestras recomendaciones:
En los ambientes donde la luz permanezca mucho tiempo encendida, como el salón o la cocina, las más adecuadas son las fluorescentes de ahorro.
En cambio, en los lugares donde la luz esté encendida poco tiempo (baños, espacios de paso…), las más adecuadas son las halógenas de bajo consumo.
Para las oficinas son los más adecuados los tubos fluorescentes de bajo consumo. Es preferible que lleven reactancia, porque así su consumo es menor y su duración considerablemente mayor.
En cuanto a la tonalidad de la luz, no hay reglas fijas: depende de la naturaleza acogedora o productiva del ambiente y de los gustos personales.
Adjuntamos un cuadro comparativo del ahorro de energía que supone seguir nuestros consejos. Sencillos consejos, ¿verdad? ¡Qué fácil es que te den un Oscar!
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