La magia en la que cree mi hijo, porque mi piojo a sus cinco años de edad, y sin que yo jamás le haya metido mis ideas sobre la no existencia de un dios en la cabeza, salvo porque desde los tres años no va a clase de religión, me dijo hace unos días: ¡Vaya tontería, ha dibujado un ángel y los ángeles no existen!
Mi piojo cree en la magia, en los reyes magos, en Santa Claus, en el ratón Pérez, en los duendes y hasta en Jacobo, un niño al que me inventé y le pasa de todo, y quiero que siga creyendo en esa magia. La magia, la ilusión nos hace ver la vida de manera diferente.
Mi piojo no tiene ni idea de quién es el supuesto niño al que los supuestos reyes magos le llevaron sus regalos, aunque juega con los pin y pon de su Belén, él no me ha preguntado y yo no le he contado. Sin embargo, mi piojo y yo hemos hablado sobre la supuesta existencia de un dios, dejándome sorprendida al aseverar que no creía en él. No creo que a los cinco años yo tuviera las cosas tan claras. Mi hijo no cree en dios pero creo en los reyes magos. Y lleva cinco años viendo a tres señores: Melchor, Gáspar y Baltasar. Y decidiendo que su favorito era el rey negro, porque en casa no tenemos miedo en llamar las cosas por su nombre y Baltasar es Negro y, por respeto a mis antiguos alumnos que se morían de la risa cada vez que escuchaban "de color" seguiré llamándolos como es porque el desprecio no está en una palabra, sino en las connotaciones y sentido que nosotros le demos.
Sí, porque somos nosotros los que damos y buscamos connotaciones a veces inexistentes en las palabras, expresiones y hasta en las propias ilusiones. ¿Por qué necesitamos que los reyes magos ahora sean mujeres? ¿De verdad lo necesitamos como mujeres? Yo no. Yo no necesito ver a una reina maga en la cabalgata. Yo necesito que haya una verdadera política de igualdad. Yo no necesito ser un número paritario. No necesito que me incluyan con una "a", también soy filóloga y tengo bien claro que no necesito esa "a" para sentirme incluida, cosas de la lengua, y a mí no me molesta; al igual que espero que al señor taxista no le dé por pedir que lo llamen taxisto. Tampoco necesito tener que desmentirme y ahora decirle a mi hijo que no eran tres reyes sino que ahora también había una mujer, y¡ ojo!: seguro que encontraría la mejor de las explicaciones porque en casa la imaginación convive con nosotros.
Besitos Avainillados