Revista Literatura

Ilusiones asesinadas

Publicado el 07 mayo 2014 por Xabelg
Ilusiones asesinadas
Una cena atípica, la que protagonizaban Elisa y Mauro. A Elisa le sorprendió, aunque dado el poco tiempo que llevaban saliendo, como mes y medio, no era raro que le sorprendiera. No podía esperar saberlo todo de el y de sus costumbres  tan pronto. Esas cosas requieren su tiempo. Aunque Mauro desde el primer momento le pareció una persona enigmática.
había algo en el, un algo indefinible que sugería misterio. Un pelo rubio cortado al rape, y un ojo de cada color, verde y azul, completaba el lote. Tenia una sonrisa que parecía acallar las cosas que llevaba por dentro.
Primero lo atribuyó a su propia tendencia a la ensoñación, que confería al rostro de Elisa un aire de princesa de cuento de larga melena rojiza. Después de las primeras semanas desde que comenzaran a salir, ella se dio cuenta de que no era cosa suya exclusivamente. Mauro despertaba esa sensación en todo el mundo con el que trababa contacto. Era una incógnita viviente, ni tan siquiera sabía aún a que se dedicaba. Al menos sabía que se dedicaba a algo, pues no era extraño que a veces estuviese ocupado en asuntos laborales, como el le decía. Pero hasta el momento, no le había contado mucho más. Podía ser desde empresario a gran escala, hasta peón de albañil. Fuera lo que fuese, supuso que lo sabría esa noche, pues el fue quien organizó la cena en su casa, cocinando para ella. Todo aquello significaba algo. Tenía que hacerlo.
La cena comenzó tranquilamente. Mauro estaba visiblemente nervioso, como queriendo revelarle algo importante, pero sin terminar aún de atreverse a lanzarse. Elisa simplemente le dejó hacer, a su propio ritmo. No quería hacer notar que ansiaba saber que era lo que el tenía que decirle. Mientras tanto, para hacer boca, hablaban sobre pequeñas cosas.
Finalmente, a los postres y ante un sorbete de limón, Mauro se decidió:
-Elisa, tengo algo que decirte. Es.. es algo muy fuerte. Te pido por favor que antes de decir nada me permitas hablar. Estas de acuerdo?
-Si. Dime, te escucho.
-No se decir esto de forma suave que le reste gravedad, porque no creo que haya tal forma. Lo diré directamente. He matado a un hombre. No ha sido por dinero, ni por crueldad, aunque lo parezca.
Elisa lo miraba fijamente, entre la incredulidad y el horror mientras Mauro hacía una pausa, quizá para encontrar fuerzas para continuar. Prosiguió:
-Yo... trabajo en un departamento de una empresa armamentística. Desde hace un tiempo, las cosas no van bien, y el personal se ha ido reduciendo casi al mínimo. En una de las primeras reducciones de plantilla cayó David, la persona con la que entré en la empresa hace doce años. Hace siete años que fue despedido. Después de aquello, ya no pudo recuperarse jamás y cayó en un abismo sin fondo. Su mujer falleció en un accidente. A pesar de todo intentó recuperarse, volver a trabajar por todos los medios, e incluso emprender por su cuenta, pero ya era demasiado mayor para ser contratado, y no le quedaban apenas medios para establecerse por su cuenta. Sin familia, ni trabajo, el golpe de gracia le vino cuando se le diagnosticó Huntington. Eso terminó de destruirle por completo. Estaba abandonado y su calidad de vida se veía seriamente mermada. Había rebasado todos los límites y no tenía a nadie a quien recurrir ni ninguna solución para su vida.
Mauro, paro para dejar que Elisa asimilara lo que le estaba diciendo. Se aclaró la garganta y reanudó su historia:
-Sólo estaba yo. No habíamos perdido el contacto, y yo veía como se estaba degradando día a día. Hace unas seis semanas me contó lo que le rondaba la cabeza. No quería ser un guiñapo, me decía, y quería acabar con todo definitivamente, pero no podía hacerlo por su propia mano y me pidió ayuda para ello. Yo le daba largas, esperaba que se calmara, que se olvidara de ello, pero no fue así. Fue cada vez a peor, sobre todo cuando los signos de la enfermedad se hicieron visibles, degeneraba rápidamente. Un día, me soprendí a mi mismo pensando en su petición, barajar la posibilidad de hacerlo. No se por que motivo, quizá me viera reflejado en el. Pronto volverá a haber  despidos, y mas vidas comenzarán a erosionarse, puede que la mía entre ellas. Un océano al que te ves arrojado, un océano tóxico e infestado de tiburones en el que por mucho que intentes flotar o nadar, nunca llegarás a tierra. Todo se convierte en dolor y sufrimiento. Lo se porque lo he visto en el, en David, que padecía una agonía sin límite.
-Así que esta noche lo he hecho. El mismo me proporcionó el arma para ello hace unos días. Me dijo que lo hiciera cuando quisiera, sin avisarle, y antes de su cuarenta cumpleaños que sería mañana. No quería cumplir más años con un infierno de vida y sin posibilidad alguna de arreglo.
Elisa bebió de la copa de vino. Necesitaba algo de carga alcohólica para tratar de asimilar lo que Mauro le estaba contando. Hubiera dicho algo, pero no le salían las palabras. Ni tan siquiera tenía fuerzas para levantarse de su asiento. Ahí estaba, escuchando a una persona que estaba confesando un posible asesinato premeditado y no sabía que era lo que debía hacer, si es que debía hacer algo. En ese momento se arrepentía de querer saber todo acerca del hombre que tenía frente a ella.
-si, Elisa. Lo hice esta noche. Sé que sueña muy duro, pero para mi lo es incluso más. No creo que pueda dormir una noche más después de esto. He tomado una vida para que dejase de sufrir, y no se realmente por que lo he hecho. Lo que si se, es que no podré volver de esto nunca. La vida tal y como la conocí, está tocando a su fin.
Tras terminar la botella, Elisa, animada por la bebida,lanzó una pregunta a Mauro:
 -Como... como lo hiciste?
-Fui a su casa, con una llave que el me dio. Al llegar a la puerta, estuve a punto de dar media vuelta y dejarlo todo. Dios, es lo que tendría que haber hecho.... pero... algo me impulsó a seguir... puede que ver la forma en la que sufría David todos los días de su vida. Tendrías que haberlo visto, nunca he visto a nadie tan mal. Vivía sumergido en el dolor. Un dolor que yo quise apagar y que no había otra forma de hacerlo. Así que saque el arma lo más rápido que pude traté de darle un final rápido y limpio, para...
-Apagar su dolor? Tu estás mal, joder. Si es verdad lo que dices...
-Si, lo es. Y seguramente tengas razón en que estoy mal, porque así es como me siento ahora. Pero déjame decirte una última cosa. Cuando le disparé al corazón en sus últimos segundos, vi paz en su cara después de mucho tiempo. Lo reflejaban sus ojos, que le cerré para que encontrase lo que la vida no le permitía.Aunque...cuando le disparé al corazón, fue el mío el que estalló en trozos. Siento... siento que hayas que tenido que oír esto, Elisa.
-Que lo sientes...No se porque dices eso...no pretenderás...
-No, Elisa, yo ya no pretendo nada en la vida. Ahora que te he dicho esto, creo que es hora de afrontar lo que hice, con todas sus consecuencias.
-Por que has hecho esa locura? No hay vuelta atrás, es irreparable...
-Si, pero hiciera lo que hiciera, estaría mal. Si lo hubiera dejado estar, también habría obrado mal. Vivimos en un mundo en el que todo lo que hagamos es un acto con consecuencias negativas. No se aún si he hecho lo malo o lo peor. Cualquier decisión es la equivocada.
Tras decir eso, Mauro dirigió sus pasos hacia la puerta del apartamento de Elisa, con la mirada de ella clavada en la espalda. Mirada cuyos ojos trataban de contener las lágrimas que le producía el cúmulo de sensaciones que se entremezclaban en su interior.
-Te vas? piensas que si has hecho lo que me has contado, basta con decírmelo y todo solucionado? No es tan fácil.
-Claro que no. Ahora, Elisa, me toca afrontar las consecuencias de mis actos. Tengo que irme, llevo una muerte en mis espaldas que he confesar en la comisaría. Les diré todo. Lo que hice, como, y donde encontrar el arma y mis huellas que están en ella, y  por todo el piso de David. Incluso en el cuerpo, que espero que haya encontrado la paz que la vida le negó... Hasta siempre.... No me odies demasiado.
Elisa ya no era capaz de pronunciar ningún sonido articulado, solo llorar. Esperaba una noche de sorpresas y emociones, pero no estaba en absoluto preparada para aquello, no podía terminar de asimilarlo, y se le estaba atragantando. Mauro también lloraba cuando salió de su casa y de su vida. Lloraba por el dolor de la vida de otro, que había presenciado. Lloraba también por las cosas que había hecho intentando apagar ese dolor. Comenzaba su purgatorio particular, y somo una sombra, salió del edificio de Elisa por última vez, renunciando a ella, a su libertad y a la vida que había vivido hasta el momento. Iría a la cárcel muchos años, ya sentía como los barrotes le reclamaban.

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