Imágenes que cortan la mirada

Publicado el 30 enero 2019 por Ivandelanuez

Iván de la Nuez

Hace algún tiempo que las imágenes han cobrado vida propia. Sobre todo, desde que la era digital les garantiza una superproducción automática que difumina su dependencia de nuestra mirada. Cada segundo recibimos imágenes que no hemos demandado, y cada segundo enviamos imágenes que ni siquiera hemos elegido.

Esa desconexión entre mirada e imagen es, paradójicamente, la base sobre la que hoy se sustenta la visualidad del mundo. Esa incomunicación activa nuestra interconexión.

Contra ese orden de cosas se revuelve L’ull i la navalla (El ojo y la navaja). Contra esa cuchillada que anticipó Buñuel y que ha guillotinado, definitivamente, el nexo entre ojo e imagen que los occidentales acarreábamos desde los antiguos griegos. El libro de Ingrid Guardiola es, a la vez, una actualización de los estudios sobre la interfaz y una crítica a la imagen que sólo puede concebirse desde la era de la imagen, del mismo modo que su sospecha de la conectividad sólo puede proyectarse desde la hiperconectividad en la que estamos atrapados.

Jueza y parte, aquí, no comparten la misma culpa pero sí la misma red.

Por ese motivo, este ensayo es también un manifiesto sobre la pertinencia de tomar distancia y experimentar una contracción en la escala del paisaje visual de nuestros días. Es un ajuste en el enfoque del campo de batalla y un manual de uso sobre las enseñanzas que, en esta materia, ya habían aportado desde el Paul Virilio de la aceleración hasta el Regis Debray de la grafosfera. Todo ello, sin olvidar actualizaciones tan lúcidas como las de Michel de Certau o David Harvey, Joel Schumpeter o Jean Baudrillard, Elias Canetti o Jean-Luc Godard, Aby Warburg y Jacques Rancière.

Pese a algún vestigio de tesis doctoral que asoma por momentos, L’ull i la navalla sostiene argumentos suficientemente sólidos para abrir una perspectiva singular en un asunto ya tratado en incontables estudios. Un tema en el que se agolpan cuestiones tecnológicas, económicas, culturales, estéticas o directamente políticas. Lo mismo si tratamos el emplazamiento tecno-utópico de Sillicon Valley o la reconversión lúdica del espacio público, el poder intrínseco del archivo de imágenes o la necesidad política de compartir su capital simbólico, la dimensión tecnológica de la interfaz y la obligación humanista de reconducirla.

El libro transmite con solvencia el modo en que nuestra vida transcurre como una película en tiempo real, o es presa de un juicio a la vista de todos por el que seremos premiados o castigados, o se ha convertido en un continuo trasiego de datos y algoritmos que la encaminan hacia una “muerte a distancia”.

Nada escapa, pues, a esta interfaz cuyo sustrato económico ha convertido lo gratuito en negocio, el acceso en rendición, el desplazamiento en un experimento de control por GPS, cada biografía en una carrera zigzagueante entre una aplicación y otra.

En este Nuevo Orden Visual, tal cual lo ha definido Joan Fontcuberta, la imagen ha dejado de ser la expresión del “instante decisivo” de nuestra inmortalidad para convertirse en la captura fugaz de una condición intrascendente y mortal. En ese punto, L’ull i la navalla se ofrece como un ancla para aguantar la avalancha; un lastre para resistir este aluvión que nos arrastra combinando la velocidad extrema con la inmovilidad, el superávit con el vacío, la voracidad con la apatía.

Desde su experiencia como programadora y como crítica, Ingrid Guardiola nos alerta que todo aquello que escapa de nuestro control termina por entregarnos al control de los otros. Por eso su convicción de que, para habitar en esta Era de la Imagen, a veces hay que aprender a cerrar los ojos.

(*) Publicado en El País, suplemento Quadern, 24 de enero, 2019.

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