Espero en el pasillo, frente a la sala de espera. Todo es ya rutinario. Veo pasar al personal sanitario, casi siempre en pareja (como la guardia civil), hablando de sus cosas. El deambular de las sillas ya no me llama la atención. Hoy hay menos jaleo que de costumbre, no se porqué, será porque es viernes.
Me he quedado solo en el pasillo, mi madre ha pasado a la zona de consultas para ayudar a Jose que acaba de salir de radiología.
Bueno no estoy solo. Un hombre, que había visto a lo largo de la mañana sin que hubiera llamado mi atención, pasea como desorientado. Se me acerca y con acento andaluz me dice: aquí te pones malo.
Entonces caigo, no es desorientación, está acojonado, es nuevo y está perdido, no en las instalaciones del hospital, sino por lo que está ocurriendo en su vida.
No se lo que ocurre en la vida de ese hombre, no se quien es y no tuvimos tiempo de cruzar mas de cuatro palabras protocolarias. Simplemente me vi reflejado en él el día que llegamos a Parapléjicos en Toledo hace 20 años.
Yo también me puse malo (y no solo la primera vez que fui). Nunca he estado mas acojonado, nunca he estado mas perdido. Ya nada volvió a ser igual.
A ese buen hombre le deseo lo mejor, y espero que, en lo relacionado con su vida, todo hayan sido imaginaciones mías.