Durante muchos años los organismos de investigación han sido endogámicos y no se han abierto a quienes son los reales destinatarios de sus resultados, las personas, empresas y administraciones, es decir, el mundo que está de puertas afuera de sus edificios. Y los resultados están ahí: ¿cuánto dinero invertido en I+D? y a cambio ¿cuántos productos de valor en el mercado tenemos? ¿cuántas patentes se han generado?. No es necesario rebuscar por ahí para dar con una cifra porque el resultado es más que evidente que no es bueno. La productividad generada por el dinero destinado a investigar y desarrollar es bajísima. Ahora bien, ¿todo lo que se hace en I+D es malo o inútil? ¿los investigadores son una banda?, la respuesta es evidente: rotundamente NO.
En el mundo de la Investigación hay muchas cosas buenas y grandes profesionales, el problema radica en que la gestión de estas entidades no tiene el perfil adecuado. Los responsables de los equipos de investigación no deben ser meros gestores numéricos que invierten horas y horas en sus despachos para revisar y analizar hojas de excel sino que deben ser profesionales con una clara vocación de apertura hacia el exterior, deben exhibir unas excelentes habilidades sociales que les permitan manejarse con soltura en las redes sociales, deben de ser, en definitiva, unos antropólogos en toda regla ya que de la observación nacen las ideas. Las ideas no vienen predeterminadas por los rangos de actuación de los marcos de financiación sino que surgen de la capacidad que se tenga por parte de los investigadores de salir del armario y mezclarse y comunicarse con el mercado, con el mundo, para identificar y detectar problemas sobre los cuales luego hay que investigar para desarrollar una solución. A esto ahora se le llama innovación abierta, y sin embargo yo lo he llamado siempre sentido común.
¿Por qué muchas veces hay grandes ideas y/o resultados que no calan en el mercado?. Pues evidentemente porque no se ha sabido cubrir una necesidad. Y es que en la vida, en el mundo ese que es nuestro centro de investigación permanente, hay infinidad de necesidades latentes, pero mientras esas necesidades latentes no sean transformadas en percibidas no tendremos éxito en nuestro trabajo de I+D.
¿Cómo podemos llegar a solucionar esto?: incorporando a los usuarios desde los inicios de cualquier proceso de desarrollo. No tiene sentido que hagamos algo para que llegue al mercado, al mundo, a las empresas, o a las personas, sin haber contado con ellos previamente, es completamente absurdo. Cuando el usuario participa en un proceso que incide sobre una necesidad latente y él mismo determina cuál es la mejor solución o alternativa que se le puede ofrecer, esa necesidad pasa a ser inmediatamente percibida y, consecuentemente, el resultado final será exitoso. Y aquí es donde tenemos que cambiar el modelo de I+D que hemos trabajado hasta ahora, debemos crear Living Labs. En un living lab se experimenta en el mundo real y, gracias a ello, se transforma una necesidad latente en una necesidad percibida.
Europa lleva años mostrándonos el camino pero parece que en este país no hemos acabado de captar el mensaje. Espero y deseo que quienes toman las decisiones tomen iniciativas que nos permitan ser más competitivos potenciando la creación de living labs en vez de perpetuar un sistema de I+D a todas luces obsoleto e improductivo.