Revista Diario
Impunidad subjetiva. Parte 2ª
Publicado el 26 noviembre 2010 por BloggermamAVISO: El siguiente relato contiene escenas de violencia y sexo explícitos. Debes ser mayor de edad de acuerdo con la legislación de tu país. Si continúas leyendo será bajo tu responsabilidad.
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Ahora ella está convencida de que su plan formará parte de la lista de crímenes perfectos. Pero eso no es el principal objetivo de sus macabros pensamientos. Su obsesión es acabar con esa maldita hija de puta sea como sea y haciéndole el mayor daño posible. Entre farfullos piensa que ya tendrá tiempo de arrepentirse, si la pillan, en el reformatorio mientras disfruta de unas merecidas vacaciones de su asfixiante vida
El sentimiento de euforia va creciendo en Claudia a la par que la sensación de impunidad ante la justicia mojigata de los que creen que el mundo es de color de rosa y no del color marrón mierda con el que ella ve salpicada su vida.
Atacar frontalmente a Elena sería un suicidio, por eso la parte más importante del plan giraba en torno al novio de su enemiga.
Era sabido por todo el instituto que Elena no sólo estaba loquita por el muchacho, si no que además lo exhibía como un gran trofeo. Kevin no sólo era su pareja, era un signo más de “status” dentro del minimundo de los adolescentes del barrio periférico en el que forjaban su futuro una generación especialmente agresiva.
Kevin era un muchacho alto, fuerte y de carácter tranquilo, lo que le permitía destacar en varios deportes simultáneamente. Su atractivo natural compensaba su falta de agudeza mental. Él mismo era consciente de sus limitaciones, pero no parecía importarle demasiado, al fin y al cabo ser demasiado listo era un obstáculo para ser el chico más popular del instituto. Era mucho más importante poder tumbar ahora a un alfeñique de dos puñetazos que plantearse si ese pelele te denegaría la hipoteca dentro de veinte años.
Claudia sabía que Kevin estaba acostumbrado a aprovecharse de su atractivo y que siempre que se lo ponían fácil no dudaba en adornar la frente de Elena con una buena cornamenta.
Las infidelidades no suponían ningún obstáculo para la estabilidad de la joven pareja, no obstante Elena se volvía loca en cada desliz de su novio, hasta el punto organizar violentas broncas contra él sin importarle estar en una calle atestada de gente o en un examen de literatura. La última ocasión fue la más violenta y Kevin todavía mostraba en su mejilla izquierda las trazas de las uñas de su novia. No sólo Claudia disfrutaba de estos espectáculos. En realidad todo el instituto esperaba con secreto gusto ver a Elena perdiendo el control y arremetiendo contra cualquiera que tratara de calmarla.
Kevin era el primer objetivo en el plan de Claudia, por ello a partir del ese momento los grandes períodos de aislamiento de Claudia en su cuarto estaban al servicio de la perversión. Creó una identidad falsa en la red social de moda y no le costó nada entablar una amistad anónima con el muchacho.
No fue especialmente complicado pasar de las frases graciosas a otras con más confianza. Enseguida consiguió captar la atención del incauto chaval. En una semana de sesiones de cibersexo y de promesas que podría habar inspirado el marqués de Sade había logrado borrar de la cabeza de Kevin a cualquiera de las otras chicas que se le acercaban constantemente. Había logrado ser la zorra más pervertida que jamás se habría podido imaginar aquel pobre infeliz. La tela de Claudia se estaba tejiendo con firmeza alrededor de la pareja.
La aspirante a asesina no quería darse a conocer demasiado pronto, para evitar que Kevin huyera al saber que la ciberviciosa que tanto le excitaba fuera la mal nacida que se peleaba constantemente con su chica. Y su necesario anonimato había espoleado todavía más el ansia de Kevin por pasar del sexo virtual al real. La víctima estaba dispuesta a conocerla en persona.
Para que los planes de Claudia funcionaran correctamente tenía que comprobar hasta qué punto podría manejar al novio de Elena. El chico era atractivo y en cualquier otra situación no habría dudado en tener sexo sin parar con él, sin embargo el hecho de saber que casi podía oler a Elena en la piel de Kevin le provocaba un asco indescriptible. Sólo el ansia de aniquilar a su enemiga y una buena cantidad de lubricante podía mantenerla en el camino de la venganza.
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